Morfología del presente II

JULIO 2011


El proceso de análisis para la regeneración de Monterrey tomará tiempo, por lo que anticipar aquí más allá de las líneas generales que podrían llegar a configurar la metrópoli, sería arbitrario, y como consecuencia imposible de gestionar. Pero la problemática metropolitana presenta cada día circunstancias más acuciantes, por lo que tal vez, resultaría práctico estudiar en otros sitios las soluciones probadas y exitosas que pudieran ayudar a esclarecer el modelo a seguir en las zonas críticas y aplicarlas a modo de prueba. Enriquecerían el análisis de la situación actual.

Pero, por otro lado, es impostergable poner a la vez también los cimientos del propio paradigma: diseñar y utilizar las herramientas para el desarrollo urbano, para que, sobre la base de análisis estadísticos y socioeconómicos confiables de la ciudad, se elaboren los documentos que desde el ámbito regional y metropolitano rijan el crecimiento y su disposición física. Resulta indispensable que desde ese modelo también ajustado a la propia circunstancia, sean ordenados no solo los planes generales y parciales, sino hasta los pequeños proyectos e intervenciones; su alineación permitiría también compartir las experiencias exitosas para darles luego el curso legal indispensable; sin dejar de aplicar la norma, sin perder tampoco flexibilidad.

Lámina 83. Fotografía de Monterrey desde el Cerro de la Silla.

Se podría buscar en el corto plazo remontar las deformaciones presentes desde lo fáctico, desde lo puntual, más que esperar a encontrar o imaginar idealmente alguna utopía considerara la ciudad y la región tamquam tabula rasa. Fundamentar los procesos de regeneración partiendo de cero, sobre la base que ignora lo hecho con anterioridad, fracasaría al igual que el Movimiento Moderno y sus soluciones exclusivamente edilicias.1 Los procesos historicistas y esteticistas anteriores y posteriores a esos años, tampoco se sustentarían, han sido superados por la compleja dinámica regional y urbana contemporánea.2 Los modelos radiocéntricos y lineales, concomitantes a los crecimientos inducidos durante la industrialización, ofrecen soluciones particulares, pero tienen limitaciones por su tendencia a inducir la concentración excesiva y la diseminación descontrolada, con características monofuncionales, que ya están presentes en Monterrey.3 Otros modelos, alejados de fundamentaciones exclusivamente tecnológicas y económicas, muchas veces proponen análisis más incluyentes desde las perspectivas sociales y sociológicas, aunque encomiables, estos modelos con facilidad evocan metáforas biológicas y armonías del todo inasequibles.4

Importa establecer (para el proceso de regeneración que se ha propiciado por el huracán ‘Alex’) algunas referencias paradigmáticas locales en determinadas zonas, más que importarlas o mimetizarlas. Estructurar las reformas urbanas desde lo particular, desde lo que actualmente se tiene para experienciarla, es decir compartirlas y referenciarlas en los demás sitios. Evaluar, asimilar e implementar los resultados para reorientar las experiencias urbanas actuales hacia la revitalización olvidada o abandonada hace tiempo en manos de la miopía especulativa.5

Por desgracia, hace muchos años, quizá cincuenta, que Monterrey empezó a dejar de ser ciudad. Su morfología hoy se podría expresar en términos de un inmenso vacío central, apenas habitado, marginalmente utilizado, pero inexplicablemente congestionado por el tráfico diario. Anti-lugar, inhabilitado para actividad urbana y permanente obstrucción para la movilidad. Paradójicamente su fuerza centrípeta regida más por lo económico y mercantil, lo degrada año con año.6

Por el contrario, su perímetro, que con dificultades alcanza a ser abastecido por los servicios públicos municipales, carcome con insaciable voracidad el territorio periférico: su fuerza centrífuga, alarga las escleróticas radiales principales, perenne ampliación, agitación y aglomeración las señalan. A sus lados se adhieren alternadamente los centros de producción y de transformación, también las actividades comerciales y las de servicio. Hacina suburbios de vivienda humillada, calificada con eufemismo como ‘aislada’. Dormidos de noche, muertos de día. Su desarrollo en lugar de aportar, resta oxigeno a la vivienda y congestiona las vialidades. Las actividades terciarias en los barrios tienen que suplirse con improvisadas tipologías, se podrían calificar como ‘vivienda de uso mixto’.7

Láminas 84. Vista del área urbanizada del municipio de Santa Catarina.
La vista está tomada desde La Huasteca y tiene una vista parcial del cerro de Las Mitras.
Lugar bizarro y difuso. Imposible ubicar, imposible olvidar. Pero aún sin paradigma urbano, su historia vive, su morfología tiene mucho en común con tantas otras metrópolis contemporáneas.8 Entre ellas, algunas intentan redefinir sus propios modelos, con su historia, a partir de su forma presente. Sus habitantes anhelan rescatarlas y hacerlas mejores, para ellos y sus familias, para todos los que viven en ellas. Los regiomontanos también podrán despertarla a condición de compartir sus sueños e ilusiones. Solo entonces será posible volver todos a soñarla pero con los pies en la tierra. Rediseñarla.9

Evolución de la forma urbana de Monterrey II

La secuencia del crecimiento de la ciudad que ahora se complementa, está tomada de los planos elaborados para la ciudad sobrepuestos sobre la huella urbana actual.
La imagen de 1865 nos ofrece el plan de ensanche de Epstein, el primero formalmente trazado, sobre las propuestas iniciadas a finales del siglo XVII por Crouzet. El rectángulo propuesto (en teoría debía ser cuadrado) tenía una legua por lado y dejaba alrededor media legua más hasta el término de los ejidos de Monterrey. Durante los siguientes treinta años la ciudad crece dentro de los términos propuestos por el plan de 1865 y se transforma en una ciudad de importancia estratégica.
El Porfiriato lleva a cabo una importante reforma interior de dotación de servicios e higiene, dotándola además de un cierto empaque, que como podemos observar en la imagen de 1905 no se ha traducido en expansión urbana. Los siguientes planos de los años treinta, una vez superada la Revolución, la ciudad desborda el límite de los ejidos y comienza su crecimiento explosivo. Su configuración es ahora regida más bien por el mercado, fuera de la ordenación porfiriana, se adapta a la configuración irregular e iniciativa de los predios de particulares, de las vías de ferrocarril y de la naciente industria. El trazo ortogonal del límite del los ejidos señalado por Gonzalitos, Ruiz Cortines y Churubusco apenas recuerda orden urbano abandonado.











[1] ‘Racionalizar las tipologías edilicias, separar las manzanas residenciales de la red viaria, enfatizar la higiene de los bloques de viviendas lineales disponiéndolos ordenadamente sobre un prado verde a distancias óptimas a lo largo de ejes heliotérmicos, y, sobre todo, distinguir la red del tráfico de vehículos de la de los recorridos peatonales, las zonas de negocio de las de vivienda, las neutras infraestructuras técnicas de los valores del habitar: ésta es, en extrema síntesis, la “trama de acero” de un ideograma abstracto de anti-ciudad que el funcionalismo pretendería motivar como proyecto de refundación lógica de la metrópoli moderna’. Gravagnuolo, Benedetto, Historia del Urbanismo en Europa 1750-1960. Ediciones Akal, SA 1998. Pág. 336, párr. 3.
[2] ‘La manzana no es aquí necesariamente el elemento conformador, la calle corredor, por ello tampoco. Los proyectos residenciales que desarrollan estas ideas ya no necesitan de las alineaciones estrictas que la calle ni de estrategia de ocupación de la manzana. Se trata de proyectos que leen las singularidades del suelo donde se ubican y recrean un escenario urbano a caballo entre el campo y la ciudad, donde el espacio verde y el jardín-huerto privado- adquieren protagonismo, transformándose en pocos años desde el pintoresquismo medievalista hacia el más puro racionalismo y puritanismo moderno’. Reinoso Bellido, Rafael, Topografías del Paraíso. La construcción de Málaga entre 1897 y 1959. COAM, COAATM, 2005. Pág. 188, párr. 1.
[3] ‘Habrá (…) un núcleo urbano fundamental, representado por el primitivo casco de la ciudad y una serie de núcleos secundarios o satélites que debidamente relacionados entre sí y con el principal, constituirán la urbe moderna (…) Cada núcleo tendrá fijada su extensión límite, quedará rodeado de terrenos que permanentemente han de dedicarse a la agricultura y que pueden destinarse a parques públicos en las zonas de contacto con las edificaciones.’ César Cort, Campos urbanizados y ciudades ruralizadas, Madrid, 1941, (p.245). Citado en Terán, Fernando de, Planeamiento Urbano en la España Contemporánea… Editorial Gustavo Gili, SA, Barcelona, 1978. Pág. 168, párr. 4.
[4] ‘La ciudad moderna, nacida de la repetición sucesiva de un modulo tipo creado para un ciudadano tipo, no configura a la larga una ciudad real. La ciudad necesita de una Forma en la que apoyarse, pero ésta habrá de evolucionar en función del Ser que lo (sic) habita; la Arquitectura no tiene todas las respuesta y el Urbanismo es mucho más complejo que la indefinida repetición seriada de un módulo’. Martínez Caro, Carlos y Barbarín Silvia, Gaston Bardet 1948, Le Nouvel Urbanisme, Vicents Freal et Cie, Paris. En Luque Valdivia, José. Constructores de la ciudad contemporánea. Cie Inversiones Editoriales – Dossat 2000. Pág 143, párr. 10
[5] ‘Existe una relación entre arquitectura y economía, y parece que los arquitectos construyen de una manera aislada, independiente y ahistórica. Nunca parecen permitir ningún tipo de relación exterior a su grandioso plan. Y esto parece que es cierto también en economía. La economía parece estar aislada, ser independiente y concebirse por ciclos, de manera que excluye todo proceso entrópico. Hay muy poca consideración por los recursos naturales en términos de la apariencia del paisaje, después de que las operaciones mineras o agrícolas hayan finalizado, de manera que continúa existiendo una especie de ceguera. Me imagino que es lo que llamamos obtención ciega de beneficios. Y después, de repente, se encuentran con una cadena de desolación y se preguntan cómo han llegado hasta allí. Es una manera bastante estática de ver las cosas. No creo que las cosas funciones por ciclos. Pienso que las cosas simplemente cambian de una situación a la siguiente; que en realidad no hay vuelta atrás’. Smithson, Robert, Entropy made visible, en On site, 4, 1973. Entrevista con Alison Sky, en García-Germán, Javier (ed.), De lo mecánico a lo termodinámico. Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 60, párr. 2.
[6] ‘El éxito de un barrio no es cuestión de la clase social que lo ocupe, de la calidad de la Arquitectura, ni de un exceso de dotaciones, sino de la intensidad y diversidad de actividades que en él se desarrollen. Es deseable crear una identidad funcional y operativa que cree distritos potenciales y huya de la ciudad átona de áreas monofuncionales. La urbanización, para lograr unidades autosuficientes dentro de la ciudad debe crear calles interesantes y animadas, trazar una red continua de construcción, ajustar la dimensión de dicha red a la del distrito, procurar que los equipamientos formen parte de la trama, de forma que creen continuidad en la diversidad de actividades del barrio’. Luque Valdivia, José. Constructores de la ciudad contemporánea. Cie Inversiones Editoriales – Dossat 2000. Pág 498, párr. 5.
[7] ‘La arquitectura se hace, obviamente, imprescindible para resolver una ordenación, pero no debe ser planteada sólo desde sus principios de composición, sino atendiendo a las actividades que debe acoger, y teniendo en cuenta que son los hábitos de la población y el desarrollo de sus actividades metropolitanas quienes deben acabar configurando los rasgos principales de la ciudad, por encima de la voluntad de los urbanistas’. Luque Valdivia, José. Constructores de la ciudad contemporánea. Cie Inversiones Editoriales – Dossat 2000. Pág 502, párr. 3.
[8] ‘Tras el desplome financiero y el rescate por parte de Abu Dhabi, muchos buscarán en las políticas más sosegadas de este último un modelo alternativo, y quizá lo encuentren en el gran proyecto de Masdar, una ciudad carbón-neutral, sin residuos y sin coches, que actualmente construye allí la oficina de Norman Foster, y que usa la morfología de la ciudad tradicional islámica: compacta, de baja altura, con patio y calle estrechas sombreadas. Fernández-Galiano, Luis. El Golfo y nosotros, Arquitectura Viva 130 2010, Arquitectura Viva SL, Página 67, párrafo 4.
[9] ‘…el urbanista construye el escenario –el hábitat– de una comunidad; no se trata de diseñar un objeto para la contemplación –por muy en cuenta que se tengan los aspectos espaciales o de habitabilidad– sino de producir la base física de un ambiente, donde se ha de desarrollar una comunidad humana, con sus necesidades personales y sociales, capaz de adaptarse a los condicionamiento del medio urbano, pero capaz también de modificarlo para adaptarlo a sus deseos y aspiraciones’. Luque Valdivia, José. Constructores de la ciudad contemporánea. Cie Inversiones Editoriales – Dossat 2000. Pág 884, párr. 2.

Morfología del presente

Durante la última década del siglo pasado y la primera del presente se van configurando nuevas y desordenadas aglomeraciones, ahora mezcla de alturas además de funciones, ciertamente tienden a la densificación, pero sin homogeneidad, conservando casi siempre la segregación entre los edificios de vivienda y los de las demás actividades terciarias.1 Frecuentemente producen distorsiones inmobiliarias, porque las condiciones de mercado y las disponibilidades financieras de sus promotores han estado desalineadas de la demanda real de construcción. Han sido conceptualizadas como formas alternativas de inversión, con menor riesgo a las fluctuaciones del mercado financiero especulativo, y con vistas a poder inducir a posteriori los rendimientos esperados.2

Lámina 81. Monterrey desde el cerro de las Mitras. Al fondo el cerro de la Silla.
Anticipar en el mercado inmobiliario, una oferta mayor que la demanda real, inevitablemente conduce a la especulación, sobre todo porque se trata de oferta y demanda diversificadas y de promotores que hacen lo propio con sus inversiones, y con reservas territoriales importantes. La dispar densificación ha mostrado preferencia estratégica por la vecindad inmediata del río Santa Catarina, se acusa en el tramo de 12 kilómetros que separan el Puente Atirantado del Parque Fundidora. Estas concentraciones verticales presionan al desarrollo de la vialidad, que durante años había privilegiado casi exclusivamente la dirección este-oeste en ambas márgenes del río, y ahora también ha traspuesto ya la barrera de la Loma Larga, y se aferran por ambas de sus vertientes.

Por su parte, el tráfico vehicular, con dificultades continúa buscando encontrar fluidez en ambos sentidos de la dirección norte-sur a través de la selva reticular que configura la isla de la trama central de Monterrey y busca poder horadar por lo menos una vez más, el macizo pétreo de la loma.

Conseguir gestionar legalmente la excesiva fragmentación de las propiedades, o las adjudicaciones patrimoniales pendientes del núcleo central de la ciudad, aparecen también como obstáculos casi imposibles de salvar en un plazo breve. Antes se ha encontrado la forma de rodearlo.

La falta de estrategia tanto en la densificación reciente, como en el surgimiento, aun incipiente de sub-núcleos urbanos de servicios especializados, al igual que las transformaciones viales y las regularizaciones de las zonas industriales, no han conseguido mejorar, ni siquiera direccionar la recomposición del tejido de la ciudad . Se impone ahora, antes de que pueda presentarse una fractura funcional metropolitana mayor, el establecimiento de una verdadera estructuración de su territorio que, primero determine, y luego incorpore un modelo propio de desarrollo regional y urbano.

Ideal pero ilusorio sería poder establecer una estrategia en todas partes y determinar la forma y restricciones de los núcleos y reservas periféricos, a la vez que se define y resurge la ciudad central, pero el proceso para conseguir lo anterior continuaría pendiente de definir, además de que condicionaría su eficacia, contar con las herramientas que le permitieran hacer viables los planes y actuaciones. Las herramientas conceptuales, legales y de inversión, las de consenso y transformación cultural, deberían desde luego también definirse y alinearse.

Evolución de la forma urbana de Monterrey
A continuación presentaremos la secuencia del crecimiento de la ciudad tomada de los planos con los que se elaboraron en diferentes épocas y sobreponiendo su perfil al de la situación actual.

Es de notar que el crecimiento de Monterrey desde su fundación a finales del siglo XVI, hasta la parte final del XVIII, dos siglos, es insignificante, y que en los siguientes cincuenta años, hasta mediados del siglo XIX se multiplica por cinco. Durante ese período la forma de la ciudad crece preferentemente en dirección oeste entre el cauce del río Santa Catarina y el río que formaban los diferentes Ojos de Agua de Santa Lucía. Hacia finales del siglo XVII la ciudad ha crecido hasta la actual Plaza de la Purísima y cincuenta años después rebasa la avenida Venustiano Carranza hasta la base de la Loma de Chepe Vera, que hoy conocemos como el cerro del Obispado. Es a partir de la segunda mitad del siglo XIX que la ciudad empieza su crecimiento hacia el norte y el oriente, sin olvidar que cincuenta años antes se había intentado infructuosamente relocalizar el centro de la ciudad al norte de la actual Plaza de Colegio Civil.









[1] '9.- B) Para el caso de zonas o corredores urbanos con usos habitacionales residenciales y para el caso de zonas y corredores urbanos previsto para usos de comercio y servicios, la autorización específica de edificaciones comerciales y servicios, estará sujeta a su localización dentro de conjuntos o centros comerciales diseñados en forma integral en predios de dimensiones adecuadas. Conjuntos sujetos a la normatividad conducente en cuanto a estacionamientos, calidad arquitectónica, alturas, imagen urbana, anuncios e impactos en la ecología y la vialidad del sector'. Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas. Dirección de Urbanismo y Planificación. Usos de Suelo Aprobados, San Pedro, Garza García, Nuevo León. R. Ayuntamiento 1989-1991, 10/42.
[2] 'Para el caso de grandes predios actuales sin urbanizar, si estas (sic) se planean integralmente con la infraestructura vial y de servicios adecuada y con reglamentación específica, serían permisibles alturas hasta de 36 metros y uso de suelo de hasta 5 veces la superficie del predio individual ya urbanizado. Tal sería el caso del proyecto ‘’Valle Oriente’’ y similares que construirán futuros centros y sub-centros urbanos de San Pedro establecidos por el Plan Director Metropolitano1. Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas. Dirección de Urbanismo y Planificación. Usos de Suelo Aprobados, San Pedro, Garza García, Nuevo León. R. Ayuntamiento 1989-1991, 4/42.
[3] 'La herencia industrial en desuso plantea dos tipos de cuestiones, de naturaleza y de escala diferentes. Éstas conciernen, por una parte a edificios aislados cuya construcción a menudo sólida, sobria y de fácil mantenimiento hace que sean fácilmente adaptables a las normativas actuales, permitiendo que se presten para múltiples usos públicos y privados… Este tipo de reconversión de de edificios, algunos de los cuales pertenecen a la historia de las técnicas, precisa simultáneamente de una conservación histórica y de una economía logístic'. Choay, Francoise, Alegoría del Patrimonio, Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007. Pág. 200, párr. 3 y 4.

Crecimiento inducido II

Al mismo tiempo que la expansión de la ciudad había sido inducida hacia el norte, continuaba su crecimiento en el sentido oriente poniente de forma más natural, alineada al cauce del río Santa Catarina; al poniente más allá de la trama reticular de Epstein, hasta los alrededores de la Loma de Chepe Vera, en busca de espacio más abierto y de mejores condiciones climatológicas. Ahí se experimentaron en Monterrey los nuevos modelos urbanos, diferentes de los aprovechamientos de trama mediterráneos, y más parecidos a los de las ‘ciudades jardín’ anglosajonas y suburbios norteamericanos, o a las adaptaciones de esos modelos surgidas en Europa Continental. Tampoco eran del todo extrañas a nuestra tradición cultural, porque arraigaban en los ideales de la arquitectura renacentista. Algunas ‘villas’ subsisten en dirección de lo que alguna vez se llamara el ‘Country Club’ en la base nororiental de la mencionada Loma que hoy conocemos como el Cerro del Obispado.

Lámina 102. Plano de Monterrey de 1930. La ciudad rebasa la trama de Epstein aprovechando los espacios entre las industrias. La red ferroviaria que sirve a las industrias, desordena el trazo y el tejido urbanos. La ciudad contaba en ese año con algo más de 135,000 habitantes.
En el extremo opuesto de la ciudad, en la base del Cerro de la Silla, inmediata a los límites territoriales de Monterrey; se encontraba una fértil vega de poco más de mil metros de ancho, que se alarga casi 15 kilómetros hasta la confluencia de los ríos Santa Catarina y La Silla, ahí se había fundado, a causa de la permanente insubordinación y levantamientos de los naturales de la región, un ‘pueblo de indios’ en apoyo a la pacificación y colonización del nuevo reino. Se trata de la actual ciudad Guadalupe. Desde entonces alojaba en forma creciente, una buena parte de la fuerza laboral de la ciudad.
Hacia el poniente del casco de Guadalupe, cruzando el río Santa Catarina se tenía acceso a las zonas exteriores de los ‘Ejidos’ de Monterrey, que desde finales del siglo XIX se transformaron en florecientes zonas industriales. La antigua villa de Guadalupe se extiende en esa dirección, acercándose a centro de la ciudad. Ésta, a su vez hacía tiempo que lo había hecho, sin necesidad de seguir la trama de Epstein, prefiriendo siempre la dirección del curso del cauce del río Santa Lucía, hacia la inflexión de la ribera del río Santa Catarina, que se genera por la proximidad el cerro de La Silla.
Con el crecimiento de la ciudad en la trama del ensanche y el proceso de desamortización se propicia la segregación natural de las funciones industriales y las propiamente urbanas. Aunque a pesar de que la saturación de la trama interior no se hubiera conseguido, se inician nuevos desarrollos de vivienda entre los grandes predios industriales, y más allá de ellos comienzan a establecerse, presentándose de forma temprana el fenómeno de los suburbios.

Lámina 103. La ampliación del asentamiento urbano se acentúa hacia el oriente, sobre todo en los alrededores de las industrias de la ciudad como Fundidora, Cervecería Cuauhtémoc y Cementos Mexicanos. Aparece delimitado el límite norte (Ruiz Cortines) y oriente (Churubusco) de los ejidos y la previsión de la Colonia Moderna y de la carretera a Roma Texas.
La otra segregación, la natural, de carácter orográfico, marcada por el cauce, casi siempre transitable, del río Santa Catarina, que junto con la altura y aridez de la Loma Larga obstruyeron hasta mediados del siglo pasado la expansión franca hacia el sur. Pero al suroeste, a los pies de la majestad de la Sierra Madre Oriental, la idílica atracción de las ‘nogaleras’ y acequias de San Pedro, habían hecho irresistible franquearlo en el amplio recodo a los pies del cerro de Las Mitras en la confluencia del arroyo del Capitán, aún a riesgo de la intermitente incomunicación que las avenidas extraordinarias provocaban durante la estación de lluvias. Huertas y fincas de descanso fueron poblando la vecindad del asentamiento de San Pedro y su rústica trama de callejones, que hoy se conserva parcialmente y podría preservarse adecuadamente.
Lámina 104. La colonia Obispado hacia
 la década de los 40.
Con la estabilidad recuperada en el país, similar a la de los años finales del Porfiriato, y superada la Gran Depresión norteamericana, regresan el desarrollo y la prosperidad; son la iniciativa local aunada al crecimiento comercialmente demandante del vecino del norte, los que proveen el capital, talento y esfuerzo social necesarios para el despegue industrial y comercial que transformó la ciudad.1 Hacia el punto medio de la primera mitad del siglo XX se consolida esta posición, que luego se potencia por el impulso regional de las actividades económicas, sobre todo manufactureras, que supuso la II Guerra Mundial. La ciudad colma hasta los límites la trama reticular de Epstein, cuyo perímetro, también había sido ya desbordado, sin geometría prevista, por la multiplicación de instalaciones industriales y de suburbios de vivienda. Las direcciones del crecimiento han sido señaladas por el sentido del cauce del rio y por las salidas hacia el norte de la ciudad a las que se une la sureste, hacia el Cañón del Huajuco, entre el Cerro de la Silla y la Sierra Madre.

Antecedentes del Plano Regulador de 1950-1980 se presentan con mayor frecuencia a partir del plan de canalización del Río Santa Catarina en 1941, y la Comisión de Planeación trabaja de 1947 a 1950 en la elaboración del plano regulador que informa que la ciudad tiene 265,000 habitantes y 3,455 has., establece el primer plan de zonificación para la ciudad, con 110 habitantes por hectárea y la división de la misma en barrios de 5,000 habitantes, plantea vialidades, escuelas de educación primaria y áreas recreativas para cada barrio. También propone reglamentos y una comisión autónoma de vigilancia, facultad que se reservaba el ejecutivo estatal. Elabora también un plano regional de la zona de influencia de 14,400 km2, que establece entre otras cosas, las zonas agrícolas que garantizarían el 75% de la demanda alimenticia del estado.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, superando centralismos y regionalismos la ciudad por méritos propios adquiere el reconocimiento de capital industrial del país, papel que desempeña sin cuestionamientos hasta la secuencia de las crisis del petróleo de los años 70; durante ellas se presenta el cambio generacional interno, y también el desdoblamiento de la unidad monolítica de sus grupos industriales.

Lámina 105. Cuidad de Monterrey. Núcleo central. 1. Zona prevista para el Repueble de la ciudad desde su fundación. 2. Zona prevista como Ejido. 3. Río Santa Catarina. 4. Cauce soterrado del río Santa Lucía. 5. Centro de la ciudad. 6. Alameda. 7. El Obispado. 8. Avenida Pino Suárez. 9. Avenida Fco. I Madero. 10. Ciudad Guadalupe. 11. Río La Silla. 12. Arroyo El Capitán. 13. Loma Larga. 14. Parque Fundidora. 15. Calle Fray Servando Teresa de Mier. 16. Avenida Félix U. Gómez. 17. Avenida Venustiano Carranza. 18. Avenida Dr. José E. González. 19. Avenida Adolfo Ruiz Cortines. 20 Avenida Churubusco. 21. Avenida Nueva Independencia.

El crecimiento del núcleo urbano central desborda ya, incontenible, la franja industrial y se desarrolla sin acotamiento ni previsión, asumiendo primero la característica forma de amiba, para después alargar sus protuberancias de manera tentacular hacia las cabeceras municipales vecinas.
Surge el planeamiento metropolitano formal, que intenta sin éxito modelar anticipadamente la conurbación, como la palma de una mano, a la que por analogía, denomina como Exápolis 2000.

Lámina 106. Vista de la ciudad de Monterrey.
(Foto de Librado Jesús Treviño Infante)
Zonifica los corredores edificados que conectaban los cinco centros urbanos satélites de los municipios colindantes con centro urbano nuclear inicial de la ciudad de Monterrey. De nuevo las previsiones se quedan cortas y nuevos ajustes a las zonificaciones y reglamentos debieron ser previstos.2 Paradigma efímero, porque pronto la ciudad central y los núcleo periféricos se expanden de manera informe en todas direcciones, ocupando todos los espacios interdactilares del territorio metropolitano, diseminando las funciones urbanas, al ritmo que imponían las condiciones nunca saciadas del mercado. Urbanizando incluso ladera de las bellísimas montañas que la rodean, hasta que, cuando la destrucción estaba ya avanzada, algunas limitantes y regulaciones fueron impuestas, en medio de la aparición del desacuerdo social.

Lámina 107. Crecimiento de zonas habitaciones en las laderas de las montañas.


[1] ‘… el ingreso en la era industrial, la brutalidad con la que ésta pasa a dividir la historia de las sociedades y de su entorno, el ‘’nunca más como antes’’ que esto implica constituyen uno de los orígenes del romanticismo… El mundo consumado del pasado ha perdido su continuidad y la homogeneidad que le confería la permanencia del quehacer manual de los hombres… Un pasado que deja de pertenecer a la continuidad del devenir y que no será desarrollado por ningún presente ni por ningún futuro. Choay, Françoise, Alegoría del Patrimonio, Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007. Pág. 120, párr. 5 y Pág. 121, párr. 3.
[2] ‘La discontinuidad ha sido otro elemento característico de la planeación en nuestro país. La sucesión de planes de desarrollo urbano no ejecutados –sus revisiones constantes, las obras planeadas no realizadas, o las ejecutadas no planeadas, cuya prioridad se modifica o quedan inconclusas, o los cambios repentinos de rumbo en la política global y urbana evidencian esta discontinuidad, y generan nuevas contradicciones y problemas’. García Castañeda, Paul, Estado, Planeación y Territorio en México, en Castrillo Romón, María A, y González-Aragón Castellanos, Jorge (coordinadores), Planificación Territorial y Urbana, Investigaciones recientes en México y España, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial (etc.) 2006. Pág 52, párr. 3.

Crecimiento inducido I

Lámina 93. Plano de Monterrey en 1846. (Encicloregia).
Plano poco conocido de la ciudad de Monterrey localizado
en los acervos del Archivo General de la Nación.
El núcleo urbano se extendía hacia el poniente hasta
El Obispado, pero al norte apenas rebasaba el río Santa Lucía.
Se puede apreciar también la Ciudadela
 antes del ataque norteamericano el 21 de septiembre de 1846.
Sabemos que después de la guerra de Independencia, guerra que fue consecuencia de las ideas sociales y políticas de los nuevos tiempos,1 el Cabildo de Monterrey comisionó en 1842 a William Still el trazo de un ensanche para la ciudad. Se supone que éste habría elaborado su plano a partir de lo trazado por Crouzet medio siglo antes, que había comenzado a ocuparse como muestra el plano de la ciudad de 1846, pero su documento no ha podido encontrarse en los archivos municipales.

De cualquier forma se considera que el plano de Still fue utilizado algunos años después por el topógrafo Isidoro Epstein, quien en 1864 lleva a cabo la propuesta que sirvió de ensanche para la ciudad, y que ambos planos extenderían el trazo inconcluso de Crouzet, no solo al norte de núcleo urbano, sino hasta aproximadamente la mitad del área que comprendían los ejidos.

Lámina 94. Detalle del plano de Isidoro Epstein de 1865.
(Encicloregia). La ciudad inicial había iniciado
su crecimiento y organización mediante una trama regular.
No contamos con información que pudiera validar la posibilidad de que para la propuesta, Epstein hubiera utilizado modelos urbanos profesionales como el haussmaniano, o como el de los recientes ensanches españoles. La trama urbana resultante carece de intencionalidad formal y de elementos urbanos con peso suficiente para singularizar alguno de los trazados. Tampoco parece que anticipara propuestas de movilidad o previsiones para crecimiento por inmigración, más allá de las relativas a la escala urbana pre-existente. Señalaba algunos elementos, sobresalientes en la trama reciente, mucho más ordenada que la inicial, como la Alameda, que duplicaba el tamaño de la existente, la Ciudadela que había sido construida aprovechando la alguna vez pretendida catedral de la ciudad, la Plaza de la Purísima y el curso de Los Ojos de Agua de Santa Lucía. Llaman la atención los trazos de los repuebles, sobre todo el del sur que ahora es la Colonia Independencia, y las posiciones de canales y caminos alrededor de la ciudad. A pesar de que el nuevo trazado doblaba el espacio urbano existente, nada hacía sospechar la inminente trasformación que iniciaría por la conjunción de las iniciativas públicas y particulares del siglo XIX2 .

Lámina 95. Detalle del plano de Monterrey de 1894.
(Encicloregia). La ciudad colma la trama de Epstein.
Destaca la transformación debida a las obras del Gral. Reyes.
Será el gobernador y general Bernardo Reyes, el gran promotor del desarrollo urbano, cuyas primeras obras fueron el Puente Juárez (para cruzar el río Santa Lucía) y la Penitenciaría. Él introdujo algunas referencias explicitas de trazado dentro de la trama: las avenidas Unión y Progreso, llamadas antes Urbano Cantú y Leandro Valle (militares que lucharon contra la intervención francesa); pues buscaban algo más que la ordenación de los edificios de las estaciones de las líneas de ferrocarril, del cuartel militar y sus vecinos recientemente llegados: las fábricas e industrias, convocadas para asegurar la nueva vocación de la ciudad. Con ellas nacían las dos vialidades más destacadas del núcleo de finales del siglo XIX.

Lámina 96. Plano de Monterrey de 1901. (Encicloregia).
La ciudad crece hacia el norte y el sur conforme a la trama prevista
por Epstein, y se manifiesta ya la transformación industrial al norte,
junto con la incipiente red ferroviaria municipal.
La Avenida Unión al poniente tenía como remate la Plaza de Armas, junto a los Cuarteles. En 1925 la avenida se amplió y extendió hasta los límites del Repueble. Hoy la conocemos como Calzada Madero y estamos todavía a tiempo de llevar a cabo su rescate.
Lámina 97. Monterrey a principios del siglo XX.
Ave. Juárez, al fondo el antiguo Santuario del Roble.
Lámina 98. Monterrey a principios del siglo XX.
Ave. Morelos antes llamada del Comercio.
Con el general Reyes, la ciudad recibe la iniciativa del contrapeso público requerido por el dinamismo privado, a la vez que consigue el establecimiento del orden político que lo permitió. Las obras públicas se multiplican: el depósito de agua de Guadalupe se inaugura en 1881 en la ladera de la Loma Larga y la primera línea de drenaje sanitario en 1903. El Casino de Monterrey abre sus puertas en 1887, será luego ampliado y remodelado por Giles en 1905. El Palacio de Gobierno se construye entre 1895 y 1908, la Logia de los masones en 1905.

Lámina 99. Plano de Monterrey 1908.
Plano del primer cuadro de la ciudad que nos muestra
el surgimiento de las plazas para el paseo dominguero,
la trayectoria de los ojos de agua
 de Santa Lucía, y los vados que comunicaban
al popular barrio de San Lusito con el centro
de Monterrey.  (Encicloregia).
En 1907 Amado Fernández Muguerza hace el primer catálogo de edificios que se integrarían al patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad, incluye, anticipándose a los tiempos actuales, algunas edificaciones industriales.

Las fiestas del centenario de la independencia son testimoniadas desde la clave de un Arco de Triunfo por el Ángel que libera la Patria de las cadenas de la opresión extranjera, justo en la intersección de Unión y Progreso, anticipadas referencias de la vialidad metropolitana, pero a la vez, autoritariamente desarticuladas del núcleo espacial propio del quehacer ciudadano diario; preconizan así el fin de la ‘Pax Porfiriana’, y también la nueva era de inestabilidad política y sufrimiento social que continuará un cuarto de siglo. Hoy todavía se padecen serios problemas de conectividad al interior de la expansión de la trama original, muchos son consecuencia de la falta de concertación permanente.

Lámina 100. Plano de Monterrey de 1905. (Encicloregia).
El centro de la ciudad se configura y la trama urbana
 absorbe el río Santa Lucía, reducido a la posición de
 los ojos de agua de la calle de Zaragoza.

Lámina 101. Imagen del centro de Monterrey
a principios del siglo XX. En primer plano el antiguo
Palacio Municipal  y al fondo a la izquierda
 el antiguo Mercado de Colón localizado
en Ave. Juárez entre Padre Mier y Morelos.
Con la inestabilidad revolucionaria, de nuevo el desarrollo urbano se omite de la lista de prioridades. De haberse realizado adecuadamente algún planeamiento, se podría haber favorecido la sectorización homogénea del interior del casco urbano central, y también la implementación de su densificación y diversificación funcional junto con la consiguiente revisión del sistema vial. Pero la forma de promocionarlo nunca se planeó adecuadamente: la expansión solo sucedió como consecuencia del crecimiento, que en buena medida también había sido inducido por el general Reyes al establecer una exención especial de impuestos para fomentar la construcción en las zonas despobladas del ensanche al norte del centro de la ciudad. La exención se conseguía cumpliendo una cuota de inversión mínima de 8 mil pesos.





[1] ‘La guerra se pudo evitar. Es un hecho que a la luz de la historia del derecho, de la política y de las ideas, resulta incontrastable. El problema fue que la economía y los interese comerciales primaron sobre las razones de justicia. La modernidad, en este sentido, cobró su precio de sangre… En efecto, ya el simple cambio de denominación de reinos por colonias –utilizados en el siglo XVIII en vísperas del surgimiento de los imperios coloniales para referirse a los diversos territorios de esa inmensa monarquía católica– supuso una grave afrenta para los criollos quienes reclamaban para sus respectivos territorios una autonomía política fruto de su propia madurez, de su trabajo, de su cultura y, sobre todo, de su riqueza… A todo lo cual se unió la formación de un incipiente sentido de identidad que los llevó a diferenciarse de los peninsulares y otros habitantes y pueblos de la América española, si bien no fueran capaces de delimitar con exactitud y certeza los límites geográficos de los territorios sobre los cuales ejercieran el pretendido y deseado gobierno autónomo… La vieja ‘’constitución política’’ establecida por los gobiernos de la dinastía austriaca, sobre todo por Carlos I y Felipe II, -y que Fray Servando Teresa de Mier creyó encontrar en la Recopilación de las Leyes de Indias– sufrió una seria y radical transformación bajo los reinados de los monarcas borbónicos, más interesados en un gobierno centralizado y vertical que les brindara óptimos resultados fiscales y comerciales para financiar las graves necesidades de la Península, sobre todo las militares… La Iglesia, los grandes propietarios, los cabildos de indios y de españoles, las corporaciones, todos continuaron siendo generosos a la hora de aportar recursos para salvar a una monarquía que luchó por su independencia frente a Napoleón a partir de 1808. Pero la corona no comprendió los deseos de autonomía de los americanos, ni le importó proyectar invadir Portugal para repartirse su territorio con el propio Napoleón… Aquella generosidad había quedado de manifiesto en la actitud novohispana frente a la promulgación de la tristemente célebre Cédula real de consolidación de vales regios que tanto daño causó a la economía de la Nueva España.’ Del Arenal Fenochio, Jaime. Independencia, una guerra que se pudo evitar. Istmo, año 52, número 310, septiembre-octubre, 2010. Pág. 53, párr. 5-7, pág. 54, párr. 1-3, 5 y 6.
[2] ‘La conversión de la ciudad material en objeto de saber histórico ha sido provocada por la transformación del espacio urbano consecutiva a la revolución industrial: trastorno traumático del medio tradicional, emergencia de otras escalas viales y parcelarias… Pero oponer las ciudades del pasado a la ciudad del presente no significa querer conservar las primeras. La historia de las doctrinas del urbanismo y de sus aplicaciones concretas no se confunde en absoluto con la invención del patrimonio urbano histórico y con la de su protección. Las dos aventuras son, no obstante, solidarias. Tanto si el urbanismo se dedica a destruir los conjuntos urbanos antiguos como si intenta preservarlos, las formaciones antiguas adquieren su identidad conceptual transformándose en obstáculos para el libre desarrollo de las nuevas formas de organización del espacio urbano’. Choay, Françoise, Alegoría del Patrimonio, Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007. Pág. 164, párr. 3 a 5.

Pasado en paralelo II

La consolidación en el país del régimen republicano, muy pronto fue continuada por la estabilidad política y el éxito económico del autoritarismo del Porfiriato en el país. A finales del siglo XIX el modelo propio de desarrollo de Monterrey, que también se vuelve exitoso en lo económico, propicia el crecimiento urbano aletargado durante siglos. Estos dos fenómenos indujeron el desarrollo inicial de la ciudad, que con el tiempo se volvió explosivo, pero lo generaron con desorden y en cierta forma de manera incongruente, acusados por la ausencia de actividad urbanística profesional en la región, que se tradujo en una carencia de planeación.

Lámina 85. Plano de la ‘Ciudad Nueva’ de Juan Crouset fechado en 1794. Primera propuesta de expansión ordenada de Monterrey cuyo proceso de construcción fue interrumpido.

El límite exterior de los repuebles del espacio urbano, fijado como veremos en 1864 por las avenida Colón y Félix U. Gómez en el plano de Isidoro Epstein, se convierte a la vez en el límite interior o inicio de las zonas que introdujeron el uso industrial en la ciudad, predios que carecían de previsiones urbanísticas para su desarrollo, así que el crecimiento de la ciudad, tanto el de la ciudad propiamente dicha que incluía vivienda y usos terciarios, como el de las zonas industriales exteriores, presiona el límite prefijado para la ciudad, dejándola estrangulada. Al mismo tiempo, la introducción del ferrocarril tampoco tomo en cuenta condicionantes de planeación territorial, por lo que el territorio remanente de los ejidos municipales y luego el de los municipios vecinos se vio fragmentado con el exclusivo e ilusorio aliciente del progreso momentáneo.

Lámina 86. Plano de Monterrey de 1798, realizado también por Juan Crouzet, en el que ya aparecen algunas construcciones de la ‘Ciudad Nueva’. Algunas de sus construcciones se iniciaron, pero solo algunas se terminarían ya en el siglo XIX.

Por desgracia la misma autorización del plan de expansión de 1864 quedaría marcada con el estigma del desarrollo en desorden. La mencionada ausencia de profesionalización local impidió la posibilidad de cuestionamientos de los criterios de expansión, porque eran inveteradamente utilizados y no incluían las previsiones para los fenómenos de industrialización periurbana, que por otro lado, hacía poco tiempo habían comenzado a regularse en Europa y Norteamérica. A la industrialización se sumó la novedad del fenómeno de inmigración, inducidos y potenciados por el progreso económico y por el incremento de las fuentes de trabajo. Entre ambos acabarían, más temprano que tarde, por generar la desordenada mancha urbana que hoy tiene la ciudad. Por desgracia autoridades e inversionistas no acertaron a adivinar que el éxito del apenas iniciado modelo regio de desarrollo, requería también un modelo urbano, igualmente profesional.

Lámina 87. Plano de Monterrey de 1854. Muestra las fortificaciones de la ciudad. También se observa el trazo del ensanche de la ciudad que apenas empezaba a poblarse y la expansión hacia el poniente de la ciudad hasta el Cerro del Obispado.

El crecimiento de la ciudad, estaba entonces regido por el plano del ensanche, y aquella podía extenderse de modo natural en tres direcciones al norte de Río Santa Catarina, quedando topográficamente a salvo de las inundaciones, pero solo dentro el espacio previsto por Epstein para el ‘Repueble’. Los demás espacios desamortizados, más allá de Madero y Colón, Carranza y Félix U Gómez, condicionarían inexorablemente la expansión de la trama, porque su desarrollo quedaba irrestricto, en el marco de las iniciativas de los inversionistas particulares. Las autoridades fijaron en su oportunidad y conveniencia los términos de las negociaciones con los particulares, pero lo único que aseguraron fue la incertidumbre urbana y la falta de visión de conjunto en el largo plazo.

Lámina 88. Plano de la Batalla de Monterrey. Elaborado y utilizado durante la invasión norteamericana de 1846. El río Santa Catarina se menciona como San Juan, dado que es su afluente.

La enorme retícula resultante del plano de 1864, contaba con un antecedente importante; una relocalización de la ciudad, ideada hacia finales del siglo XVIII por el obispo Llanos y Valdés, sucesor de Verger.1 Además de la transformación del poblado en ciudad, serviría para resolver los problemas de las inundaciones que periódicamente sufría la ciudad. Proponía una nueva trama de 1.25 km2, trasladando la ciudad al noroeste del asentamiento existente; utiliza como eje principal el trazo de avenida Juárez, que era el límite poniente de la población y a la vez servía como salida hacia el norte. En 1794 Juan Crouzet, comisionado por el obispo, estableció los límites de la nueva ciudad2 entre las calles que hoy se llaman Zuazua, Colón, Pino Suarez y Washington; la plaza de Colegio Civil la iniciaba, ahí estaría el Hospital, en el centro de la trama la plaza con la Catedral, entre las calles de Santiago Tapia e Isaac Garza, que hoy rememora una placa en la fachada de La Ciudadela, al norte del Teatro Calderón.3

Lámina 89 Grabado la plaza de armas de Monterrey de mediados del siglo XIX

Pero la construcción de la nueva ciudad se interrumpió, aparentemente por desavenencias entre las autoridades; aunque también pudiera suponerse se originaría debido a que la prohibición de nuevas construcciones en el asentamiento original, podría interpretarse por lo vecinos que acudían a solicitar autorizaciones, como extremadamente onerosa y autoritaria. Para ser justos también debería tomarse en cuenta que la exigencia podría justificarse a sí misma protegiéndolos, porque solo dejando de construir en la ciudad antigua, cuyo crecimiento se acercaba de nuevo a las zonas peligrosamente inundables, se conseguiría eliminar la posibilidad de nuevas catástrofes a la población. De hecho en la actualidad la propuesta de aquel trazo se localizaría hacia la cota de 540m sobre el nivel medio del mar, por lo menos 5 metros arriba que la depresión de la zona hoy enterrada de los ojos de agua de Santa Lucía, y que en aquel momento, dejando a salvo la integridad de la vida de las personas, seguir autorizando inversiones privadas en una zona de riesgo, acabaría por incidir injustamente en las finanzas públicas, que al igual que ahora, habrían de verse forzadas a paliar los efectos indebidamente no ponderados por los particulares.

Lámina 90. Territorio original del Nuevo Reino de León de 200 por 200 leguas.

Entre los vaivenes de inestabilidad política de la segunda mitad del siglo XIX, la región también dio testimonio del infructuoso episodio, real o simulado (el Gobernador Vidaurri siempre lo negó), que habría buscado consolidar la independencia y unidad política del territorio inicial negociado por Carvajal y de la Cueva con la corona española para el Nuevo Reino de León, que incorporaría los estados vecinos de Tamaulipas y Coahuila (casi la mitad de Tejas, que también estaba incluida en el territorio del reino, y se escribe ahora con nueva ortografía); pero la ciudad de Monterrey no superaba todavía más allá de una modesta influencia en la República, cuya fuerza centralizadora no tardó en corregir.

Lámina 91 y 92. Plano de Monterrey de 1865 y de 1894 . Propuesta de ensanche de Isidoro Epstein. La vialidad en tonos oscuros indica el trazo aproximado de la ciudad. Llama la atención la dimensión inicial de La Alameda, que fue partida por la mitad por Bernardo Reyes, para obtener recursos y construir La Penitenciaría. Señala también las expansiones del Repueble del Norte que ya indica el edificio de La Ciudadela en el sitio de la Catedral inconclusa de Crouzet, y el Repueble del Sur, que actualmente es la parte más antigua de la Colonia Independencia, antes llamada Barrio de San Luisito (Establecido durante la segunda minad del siglo XIX por inmigrantes del estado de SLP, atraídos por la industrialización inicial de la ciudad).



[1] ‘De Llanos y Valdés fue el tercer obispo del recién creado Obispado del Nuevo Reino de León. Fue nombrado el 18 de diciembre de 1791 por bula papal, y un año después entró en Monterrey en medio de una respetuosa bienvenida de los cabildos civil y eclesiástico. Finalmente, el 10 de noviembre de 1792, por disposición del rey, la ciudad de Monterrey fue nombrada sede episcopal del Nuevo Reino de León’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[2] ‘Este ambicioso proyecto consistía en construir un nuevo complejo citadino con una Catedral, unas nuevas Casas Reales (Palacio sede del Ayuntamiento), un Hospital Real, un Convento de Monjas Capuchinas y una nueva Plaza de Armas. Esta nueva ciudad estaría comunicada con el viejo asentamiento por medio de una calle que fue llamada “de la Catedral Nueva” (también conocida como calle del Roble en el siglo XIX, y en la actualidad Avenida Juárez).
El trazado de la nueva ciudad atrajo la atención del gobernador Manuel de Bahamonde y Villamil, por lo que solicitó al Cabildo civil de Monterrey prohibir nuevas construcciones en los alrededores de la plaza de Armas, y concedió los permisos al Obispo para las nuevas edificaciones. Juan Crouset, arquitecto de origen francés fue el “arquitecto de cámara del obispo de Llanos y Valdés”, y se le contrató con un sueldo diario de 10 pesos’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[3] ‘La construcción de la nueva Catedral se proyectaba en dimensiones iguales a la de la ciudad de México. Con longitud de ochenta y cinco metros y anchura de casi cuarenta, esta edificación sería en planta de cruz latina, tendría tres naves y sería de estilo barroco’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.

Pasado en paralelo I

Monterrey ha tenido a lo largo de su historia, procesos muy dispares de crecimiento urbano. Un sucinto repaso nos conduce a recordar los avatares de la existencia inicial, puesta en jaque por las inclemencias del clima de la región1 que han condicionado la supervivencia en repetidas ocasiones.

Primero por circunstancias de seguridad interna, acechada por las tribus de los antiguos moradores nómadas de la región2 y después durante la estructuración y consolidación propias. La ciudad, que había sido fundada tres veces, en 1611 sufrió una gran inundación y al año siguiente tuvo que trasladarse al sitio que hoy ocupa el centro, por encontrarse más elevado que al norte de los ojos de agua.

Con su particular autonomía, que se antoja voluntaria, se mantuvo por siglos al margen de cualquier papel protagónico de los fenómenos políticos y sociales de las capitales de su reino, en América y en Europa. Su aislamiento y exiguo crecimiento, pudo deberse también a que no se descubrieron yacimientos de minerales tan valiosos como en otros sitios de la Nueva España o a la continua sangría humana que representó poblar el enorme territorio del reino. Estas circunstancias excluyeron a la ciudad de la prosperidad y también de los esplendores de la arquitectura y el urbanismo novohispanos (aunque pudiera quedar a salvo el palacio del Obispado cuya construcción, de condición más bien modesta, fue planeada ya en el siglo XVIII por el obispo Verger, primero de Monterrey)3. La ciudad de entonces no necesitaba de esplendores, pero hoy pareciera que los extraña y pretende sustituirlos, acumulando esculturas urbanas.

Lámina 78. El Palacio del Obispado. Ubicado en la cima de la
Loma de Chepe Vera hoy llamada Cerro del Obispado,
fue construido en fuera de la ciudad buscando mejorar
 las condiciones medioambientales que se tenían en la ciudad,
 por el obispo Verger.
Foto Encicloregia. M. M. López.
Lámina 79. Ahora ha sido restaurado y transformado en el Museo del Obispado.
Las galerías exteriores la dominan el valle de Monterrey
Foto Google. Juan Pablo Camacho
Lámina 80. Patio del Palacio del Obispado antes de la restauración.
Foto Encicloregia. M. M. López.

Mientras que al otro lado del Atlántico, se debilitaban y disolvían los multi-centenarios imperios europeos, resulta lógico pensar que la mayor prosperidad y cercanía de los modelos de desarrollo norteamericanos, plasmados también en sus ciudades, fueran mimetizados y dejaran cada vez mayor huella en la capital del Estado, cuya pujanza también se nutría, mediante el comercio, de aquella prosperidad vecina4. A lo anterior se sumaba la incertidumbre inicial del poder durante los inicios de la vida independiente del país, que adelgaza los lazos centrales. La mirada e ideales se dirigen hacia el norte, a medida que se presencia desde la vecindad el crecimiento del gigante norteamericano, al que se agregan, para infortunio y vergüenza históricas, la enorme extensión del territorio de Tejas y los demás, otrora nacionales.

Lámina 81. Plano de Monterrey en 1765. Es es más antiguo que se conserva de la ciudad. En la parte de arriba del plano se indica el área inundable por los desbordamientos del Río Santa Lucía y el camino de salida del poblado hacia Salinas y el norte del reino. En 1612 la ciudad de movió al sur del arroyo por la inundación de 1611. Otras inundaciones importantes sucedieron en 1636, que volvieron a arrasar con la ciudad, las de 1642 y 1648 fueron notables Las lluvias duraron 40 días en 1716 y los desbordamientos de los ríos hacían que la ciudad población corrieran peligro permanentemente. En 1909 murieron 4,000 personas y el puente San Luisito recientemente inaugurado quedó casi derruido e irreparable. En 1988 el río Santa Catarina aún canalizado casi se desborda.

Pocos años después, en procesos similares a los de algunos países europeos, la desamortización de las propiedades de las comunidades se lleva a cabo en México hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aunque en Monterrey las propiedades de las comunidades religiosas no eran particularmente extensas, las del municipio, que también se estaban incluidas en el proceso, sí que lo eran y se mantenían conforme a los ordenamientos para las fundaciones novohispanas, establecidas por Felipe II de España.

Lámina 82. Río Santa Catarina en la inundación de 1909
Lámina 83. Cauce seco del Río Santa Catarina y el Barrio San Luisito
hoy Colonia Independencia.

La ciudad contaba alrededor de su centro con la reserva comunal llamada ‘Ejidos’5 de 2 leguas, prevista para el desarrollo de las actividades económicas básicas y para el crecimiento urbano. La franja inmediata al centro de la ciudad, con medida aproximada de una legua6, habría de servir para ensanchar la trama urbana y así poder alojar el crecimiento de la población; esta zona que también se llamaría ‘Repueble’, quedó fijada con el plano de 1864. La franja inmediata se utilizaba entre otras actividades, para el pastoreo y la guarda del ganado menor; pero adicionalmente estaba otra zona destinada para el ganado mayor: llamada ‘Dehesa Boyal’, y se localizada en la ladera norte del cerro de las Mitras, hoy es la parte antigua de Cumbres.7 El resto de los ‘Ejidos’, es decir la franja no contemplada para los ‘Repuebles’, sería adquirida por particulares y serviría para alojar la industrialización inicial de la ciudad.8 Además de las fábricas e industrias, con el paso del tiempo, también se fueron utilizando para la expansión de las zonas de vivienda, conforme a la creciente demanda que se presentó en la ciudad, y por desgracia durante muchos años creció sin la planeación adecuada.


Lámina 84. Plano de Monterrey de 1791, está elaborado sin escala y con la orientación norte hacia abajo. Por esa razón el Cerro de la Silla y la Sierra Madre se indican en la parte superior del plano; a la derecha aparece ya el Palacio del Obispado, más abajo el Cerro del Topo. El crecimiento de la ciudad ha sido muy grande en tan solo 30 años. La ciudad comienza a tener una trama definida por edificaciones, pero las manzanas no se encuentran colmatadas.




[1] ‘Las sementeras son por junio y parte de julio. En esos meses, el año de cuarenta y dos (1642), llovió muy poco; perdiéronse los sembrados, y cuando por septiembre cargaron las aguas, no tenían en qué hacer. Prevínose el hambre que había de haber.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 93, párr. 2.
[2] ‘Hubo, en este año de 1665, muchos y varios sucesos de guerra, con la prosecución del levantamiento de los indios del norte, que en varias escuadras salían, no solo a los caminos, sino hasta las mismas poblaciones, así del Saltillo, que dista diez y ocho leguas de Monterrey, como de este reino, hurtando y haciendo cuánto daño podían.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 147, párr. 4.
[3] ‘El 15 de diciembre de 1777 fue creado el Obispado del Nuevo Reino de León, con cabecera en la villa de San Felipe de Linares. Su primer obispo fue fray Antonio de Jesús Sacedón,* pero a causa de su muerte en diciembre de 1779 no logró tomar su cargo en la referida villa de Linares. Su sucesor, fray Rafael José Verger y Suau, solicitó que Monterrey fuera la nueva sede del Obispado, por causa de ser la capital del Nuevo Reino de León y por ser “de saludable temperamento, que hay abundancia de agua, que hay canterías donde obtener la piedra para las construcciones.” Verger murió el 5 de diciembre de 1790 en la ciudad de Monterrey, y para sucederlo se eligió a Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, originario de la villa de Jerez, ubicada en la jurisdicción del Obispado de Guadalajara’. Cázares Puente, Eduardo. El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Enicloregia Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[4] ‘Si bien el área metropolitana de Monterrey experimenta año tras año un crecimiento constante de la población, el centro de la ciudad es testigo de un gradual descenso poblacional. Son diversas las razones que se han señalado para explicar esta tendencia. La más fuerte radica en la atracción que produce la manera americana (estadounidense) de vivir; la idea de la casa individual con un jardín. Mientras las ciudades mexicanas, por lo general, constituyen hermosos ejemplos de urbanismo, con su estructura de calles, plazas, arquitectura homogénea, arquerías, monumentos, etc., Monterrey parece ignorar esa poderosa tradición urbana.’ Javier Cenicacelaya, Carie Penabad. Monterrey, recuperando el centro urbano. University of Miami. School of Architecture. 2006. Pág. 13, párr. 1.
[5] ‘…conforme a las ordenanzas que sobre ello hay y más le doy de ejidos una legua en redondo y por dehesa boyal le señalo desde la ciudad para arriba lo que dice del río de Santa Catarina, sacado el dicho río para las labores del Topo, lo que de acequia principal para arriba y hacia la sierra de las Mitras, como vamos hacia la Mitras y por el dicho río a mano derecha, lo que le perteneciere y porque en la Ordenanzas de Nuevas Poblaciones que se concedieron y dio Su Majestad’. Montemayor, Diego de. Extracto del Acta del Cabildo la fundación de la ciudad de Monterrey del 20 septiembre de 1596. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[6] La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una persona, a pie, o en cabalgadura, puede andar durante una hora… Dado que una persona recorre normalmente a pie una gama de distancias, la legua… abarca distancias que van de los 4 a los 7 km, siendo las más frecuentes las leguas que se encuentran en la media de tales extremos… La legua castellana se fijó originalmente en 5.000 varas castellanas, es decir, 4,19 km…, quedando establecida en el siglo XVI como 20.000 pies castellanos; es decir, entre 5.573 y 5.914 metros…, eran las utilizadas para medir los caminos de España, antes de adoptarse los kilómetros del sistema métrico decimal… Carlos IV de España, por Real Orden de 26 de enero de 1801, estableció: “Para que la legua corresponda próximamente a lo que en toda España se ha llamado y llama legua (que es el camino que regularmente se anda en una hora) será dicha legua de veinte mil pies, la que se usará en todos los casos que se trate de ella, sean caminos Reales, en los Tribunales y fuera de ellos.” Legua-Wikipedia, la enciclopedia libre.
[7] Los datos históricos de este párrafo han sido recopilados por el autor de la conversación con Juan Ignacio Barragán Villarreal, durante la entrevista sostenida el 30 de Septiembre del 2010. Las deducciones o asunciones históricas del fenómeno urbano son exclusiva responsabilidad del autor.
[8] ‘A finales del siglo XVIII, la ciudad de Monterrey se restringía a un pequeño poblado que circundaba las actuales calles de Mina, Juárez, Ocampo y Juan Ignacio Ramón (lugar por donde emanaban los ojos de agua de Santa Lucía). Los únicos edificios representativos eran el convento de San Andrés, la iglesia parroquial y la casa del Gobernador. Según el censo levantado por el gobernador Simón de Herrera y Leyva la jurisdicción de Monterrey contaba con 6,412 habitantes’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.

Superar parámetros…

La mención de las circunstancias anteriores rescata quizá el único aspecto positivo de la situación catastrófica que se ha presentado en la ciudad de Monterrey. A la luz de la incertidumbre en los pronósticos regionales de clima, que podría incluso percibirse como obstáculo insalvable, la previsión acertada limitaría necesariamente con lo imprevisto los parámetros de diseño de las soluciones.

Lámina 73. Torre de Gobierno junto
al Paseo Santa Lucía.
Foto Google.
Detalle de postal de josercalvi.
La solución equilibrada evitaría la tentación de querer acotar con infraestructura urbana invasiva las condiciones naturales del medio ambiente, recordando los desequilibrios recurrentes a mediano y largo plazo. La desproporción de las consecuencias que se presentaron servirá para que el crecimiento de la ciudad dimensione adecuadamente su magnitud, y modere los períodos de retorno utilizados para la recurrencia de circunstancias catastróficas.

Las experiencias en otros sitios apuntan a la necesidad de establecer y confiar a una entidad civil profesional y especializada para la determinación y vigilancia del cumplimiento de los parámetros que regulen las características de metropolitanas; porque es indispensable que la visión de largo plazo sirva de marco para la normativa, razón por la cual las autoridades políticas, cuya visión está normalmente acotada para sus períodos cortos de gestión, debieran limitar su participación a la administración y sanción de la reglamentación urbana de la ciudad.

Desde luego que las circunstancias parecen inducir a la toma de decisiones inmediata, pero la gravedad de la situación ha sido ocasionada por la falta de previsión y de medición, por eso la reparación de lo destruido deberá evitar minimizar en el futuro las condiciones y especificaciones que regulen las obras de infraestructura que se aparejan al desarrollo de la ciudad.

Se presenta pues la oportunidad quizá única, en la que se podrá re-direccionar su forma, modificando los modelos y paradigmas que la hicieron crecer de forma desordenada, porque desgraciadamente también han sido promotores de su problemática presente. La mirada hacia la ciudad contemporánea debe conseguir visualizarla de modo integrador y homogéneo, evitando utopías mecanicistas o tecnológicas1: la continuidad y contigüidad de la interacción al interior, con una extensión y crecimiento limitados por parámetros de sostenibilidad medioambiental y de comunidad sociocultural.2

...y deficiencias de los paradigmas.

Lámina 74. Densificación de construcción en zona poniente
junto al Río Santa Catarina. Foto Google. Guillermo Anaya.
La historia reciente se ha encargado de mostrar cómo la falta de visión comprehensiva de la realidad en algunos actores del sector privado y del público, desde inversionistas particulares hasta instituciones financieras centrales,3 incluyendo aquellos que sistemáticamente han compartido responsabilidades en el desarrollo regional y urbano de las comunidades, han implementado sistemáticamente soluciones parcialmente analizadas, incluso sesgadas, que reducen las posibilidades del desarrollo personal, familiar y comunitario de innumerable número de personas a condiciones muchas veces insuperable.4
No son pocos, ni se encuentran en posiciones irrelevantes, los que continúan mostrando reticencias para incluir las indispensables condicionantes éticas y sociales en los análisis de los aspectos técnicos que dan soporte a las inversiones en los sectores regional y urbano, a pesar de la conciencia de que al postergar su inclusión, se han sumado a los otros factores de índole económica, manteniendo la crisis de confianza5 que padecemos a nivel global, que demanda modificaciones inmediatas para evitar hacer mayor la fractura financiera, dando certidumbre a las inversiones y recuperar así la viabilidad sostenible en el crecimiento.6

Lámina 75. Densificación de construcción. Zonas media y
al fondo poniente junto al Río Santa Catarina.
Vista desde el cerro del Obispado
Foto Google. Pablo Ramos Benítez.
Es cierto que los resultados son políticamente poco rentables en el corto plazo; lo muestran los repetidos intentos de rescate operados por los gobiernos centrales, tan poderosos como los de la Unión Americana, Japón o los de la Comunidad Europea, con muy modestos resultados a pesar de las apenas imaginables cifras invertidas.7 Pareciera que los objetivos se ubican en el campo de la pirotecnia mediática, fulgurante pero consumible de inmediato.

Porque la solución de fondo, aunque pudiera parecer extraña o inaudita, comienza por asumir personalmente la moderación en el consumo. El ahorro individual o familiar es el que posibilita la inversión, en aras del propio mejoramiento y de la inversión previsora, que acumulada socialmente, engrandece también socialmente. Este modelo de vida, paradigma, ¿acaso sería nuevo para el regiomontano? o quizá se estaría retomando el que se creía superado por algunos, rescatando la olvidada frugalidad característica de la cultura del trabajo y esfuerzo que forjaron esta ciudad y tantas más.
La deformación que acusa el modelo económico occidental, donde el consumo sin freno y el sistema financiero sin control, han sido asumidos, al menos aspiracionalmente, por la mayoría de los segmentos sociales pudientes de todos los países del planeta, a juicio de especialistas conduce a recurrentes crisis financieras. La que padecemos se ha extendido a nivel planetario y por momentos se muestra como un callejón sin salida.8
Es notable que el 'nivel de consumo actual' al que se aspira, se encuentra muy por encima de la cota necesaria para el desarrollo humano integral y pleno. Esto, dicho sin pretender en absoluto la arbitrariedad de homologarlo para todos. Hoy habría que ubicar ese deseo en el terreno de lo superfluo, cuando no en el de lo inútil y frívolo.

Lámina 76. Densificación de construcción. Zonas media al sur.
Valle Oriente. Foto Google. EuK.
Como consecuencia del consumo deforme, se altera también el funcionamiento del sistema financiero, que en vez de buscar ‘niveles de equilibrio’ en la disponibilidad de los recursos para el sistema de producción de bienes y servicios, se ha puesto al servicio de la ilusoria espiral de satisfactores. Los buscan todos: consumidores, inversionistas y productores. Habría que matizar que los ‘niveles de equilibrio’ se encontrarán al imprimir suficiente dinamismo para que la actividad económica consiga la plena incorporación de los miles de millones de seres humanos que viven en la miseria y la pobreza, en el paro o en el subempleo. Su incorporación resulta prioritaria. Su marginación también redunda en deterioro del medio ambiente.
El direccionamiento natural de la inversión busca mayores rendimientos, por lo que fácilmente se desvía hacia los altos márgenes de lo suntuario. Esta actitud se manifiesta también en muchas de las soluciones que sirven de modelo para hacer crecer las ciudades alrededor de mundo. Sus premisas fueron adoptadas sin justificación.9

Lámina 77. Densificación de construcción. Zonas media al norte.
Al fondo el cerro del Obispado. Foto Google. Tigremex.
Se debe reconocer que en nuestro país ha faltado además tomar en cuenta las divergencias en las condiciones culturales que nos singularizan. Pero antes que ninguna otra, la disparidad de los recursos disponibles en cada una de las economías. La enorme brecha, que a pesar del incremento reciente en el porcentaje nacional en el ingreso per capita, y que el mejor registro promedio de la economía regiomontana, no ha conseguido zanjar. Porque la implementación política y social de esos modelos, muchas veces se ha asumido culturalmente como meta personal y familiar a todos los niveles sociales, pero con la crisis, no ha conseguido más que acentuar las otras brechas, las que pensábamos que el paso del tiempo podría eliminar: la de la distribución inequitativa de la riqueza y la discriminación en términos de inversión.
Estas circunstancias no son ajenas a los modelos de inversión que son utilizados para el desarrollo urbano y regional en el país. El desorden y descontrol que se aprecia en las ciudades es la materialización de esos modelos económicos: su memoria, su testimonio.10



[1] ‘El cobijo atendido mecánicamente debe ser una continuidad de cubiertas, estáticas y móviles, suficientes para permitir las interacciones cada vez más convergentes-divergentes de tránsitos o residencia, de trabajo, juego y desarrollo, interconectando cada centro del mundo y penetrando en las unidades de vivienda autónomas con los servicios más avanzados, incluso en las geografías más remotas.’ Fuller, Richard Buckminster, Comprehensive designing, en García-Germán, Javier (ed.), De lo mecánico a lo termodinámico. Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 49, párr. 4.
[2] El éxito de un barrio no es cuestión de la clase social que lo ocupe, de la calidad de la Arquitectura, ni de un exceso de dotaciones, sino de la intensidad y diversidad de actividades que en él se desarrollen. Es deseable crear una identidad funcional y operativa que cree distritos potenciales y huya de la ciudad átona de áreas monofuncionales. La urbanización, para lograr unidades autosuficientes dentro de la ciudad debe crear calles interesantes y animadas, trazar una red continua de construcción, ajustar la dimensión de dicha red a la del distrito, procurar que los equipamientos formen parte de la trama, de forma que creen continuidad en la diversidad de actividades del barrio’. Luque Valdivia, José. Constructores de la ciudad contemporánea. Cie Inversiones Editoriales – Dossat 2000. Pág 498, párr. 5.
[3] ‘Vivienda. La Asociación Hipotecaria Mexicana expuso que pese a que los créditos a desarrolladores crecieron 21.33 por ciento en el primer semestre, la oferta de vivienda ha disminuido en los últimos 2 meses y en este año el déficit de casas nuevas ascenderá a 50 mil unidades’…‘Hipotecas. La Asociación de Banqueros Hipotecarios de Estados Unidos reportó que una de cada diez familias que paga un crédito por una casa corre el riesgo de perderla. Desde diciembre de 1997 se han embargado 2.3 millones de viviendas por falta de pagos’. El Norte. Negocios. Portafolio. Viernes, 27 de Agosto del 2010. Pág. 1.
[4] ‘En algún lugar del trayecto la sociedad se convenció de que la riqueza emanaba de algunos mortales especialmente investidos, a quienes se les debía devolver esa riqueza periódicamente en aras del crecimiento místico. Esa fijación feudal es la que nos hace mirar hacia los líderes de los estados políticos o de las multinacionales en busca de reajustes socioeconómicos a las ‘’emergencias’’ cada vez más frecuentes.’. Fuller, Richard Buckminster, Comprehensive designing, en García-Germán, Javier (ed.), De lo mecánico a lo termodinámico. Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág.46, párr. 4.
[5] ‘En Nueva York, el mercado ya esperaba una caída del indicador, pero no tan pronunciada…‘’Si a las muy malas cifras de empleo de la semana pasada se le suman luego muy malas cifras del sector inmobiliario, resulta que no tenemos señales alentadoras del estado de la economía estadounidense’’, comentó Lindsay Piegza, analista de FTN Financial, en Nueva York’. El Norte, Staff. Negocios. Miércoles 25 de Agosto del 2010. Pág. 1.
[6] ‘La política global y las complicadas fórmulas de la gestión del riesgo colisionarán en Suiza el próximo mes cuando reguladores de todo el mundo se reúnan para tratar de llegar a un acuerdo sobre nuevas normativas bancarias diseñadas para prevenir otra crisis financiera. Es tanto lo que está en juego que los líderes de estados Unidos, Francia, Alemania y Japón están participando en lo que, en circunstancias normales, se habría considerado un mero ejercicio tecnocrático. El resultado afectará la rentabilidad y la estructura de los mayores bancos del mundo, muchos de los cuales están esperando a que se implementen las nuevas normas para tomar decisiones importantes’. Paletta, Damian. Se intensifica debate sobre reglas bancarias más duras, The Wall Street Journal Americas, en El Norte. Negocios. Lunes 30 de Agosto del 2010. Pág. 6.
[7] ‘El Banco de Japón convocaría hoy a una reunión de emergencia para inyectar más dinero en el sistema bancario. La medida del banco central japonés para estimular la economía será reforzada por el gobierno, que anunciaría un pequeño paquete de incentivos fiscales. Las autoridades temen que la reciente alza del yen amenace la economía exportadora de Japón’. The Wall Street Journal Americas, en El Norte. Negocios. Lunes 30 de Agosto del 2010. Pág. 6
[8] ‘…, podemos comprobar cómo los proyectos del urbanismo moderno partían de una voluntad de construir una nueva sociedad según una ética del compromiso social; ésta fue la aportación de la arquitectura del movimiento moderno que deberíamos saber ver ahora, reinterpretando sus obras y desvelando su permanencia en la mejor arquitectura contemporánea. Y también ésta debería ser la búsqueda clave en una época en la que las condiciones del pensamiento urbano se están transformando profundamente. Nos encontramos en un período de confusión y de ideas ya periclitadas, donde el urbanismo economicista, globalizador y simplificador de los operadores financieros e inmobiliarios va por delante. Podemos interpretar este fenómeno en el contexto de la rentabilidad de una lógica tardomoderna basada en la fragmentación, que genera productos urbanos aislados, segregados e inconexos. Por tanto, es de vital importancia volver a mirar la arquitectura y el urbanismo auténticamente modernos desde una nueva perspectiva, con una mirada que ayude a poner especial énfasis en los procesos de incorporación de la complejidad, en el objetivo de la diversidad, en las relaciones entre los edificios y en el valor del espacio vacío entre ellos, en el cuidado por los espacios comunitarios, en la voluntad de favorecer la infiltración de la naturaleza y en la transformación e integración de los objetos arquitectónicos en sistemas urbanos; en definitiva, en continuidad con el esfuerzo inacabado, posterior a las vanguardias, para adaptar el sistema del nuevo urbanismo moderno a la escala humana y del contexto’. Montaner, Josep María. Sistemas arquitectónicos contemporáneos, Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2008. Pág. 34, párr. 1.
[9] ‘Otro aspecto de la estabilidad, en este caso económica, está relacionado con la diversidad de las actividades económicas que se ubican en un territorio concreto. La proximidad entre actividades económicas y también la proximidad a otras actividades de investigación, formación, residencia, etc., generan creatividad porque ponen en contacto elementos complementarios. Los nuevos procesos productivos y la introducción de tecnologías limpias han de permitir pensar en la inclusión, también de las actividades industriales en la ciudad compacta sin crear disfunciones manifiestas’. Rueda, Salvador, La ciudad compacta y diversa frente a la conurbación difusa. Versión revisada por el autor en 2009, en García-Germán, Javier (ed.), De lo mecánico a lo termodinámico. Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 161, párr. 4.
[10] ‘La crisis mundial que empieza en los años setenta… exige explorar nuevos esquemas explicativos que permitan reconceptualizar el estado, particularmente el mexicano, su relación con la sociedad y con el territorio, así como el lugar que ocupan las diferentes experiencias de poder local en este nuevo contexto. García Castañeda, Paul, Estado, Planeación y Territorio en México, en Castrillo Romón, María A, y González-Aragón Castellanos, Jorge (coordinadores), Planificación Territorial y Urbana, Investigaciones recientes en México y España, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial (etc.) 2006. Pág 37, párr. 1.