DICIEMBRE 2017
Por eso, las autoridades han reconocido recientemente que para una población de 4.5 millones de habitantes, el modelo de crecimiento extensivo del AMM ha rebasado el límite funcional; para recuperarlo, según determina la nueva Ley de Desarrollo Urbano, el modelo debe ajustarse a la “lógica de proximidad” de las ciudades más compactas1. Pero la dificultad para llevarlo a cabo apenas empieza a ser ponderada. Aunque la responsabilidad compete directamente a los municipios de la conurbación, la escala y complejidad del fenómeno requiere la participación y coordinación de autoridades de otros niveles de gobierno, tanto como la de profesionales de las diferentes disciplinas del Urbanismo.
Pero hay otros documentos que se analizan METROPOLISREGIA | DICIEMBRE 2017; unos evalúan el planeamiento del AMM, otros hacen propuestas concretas. Entre ellos, están el Plan Estatal de Desarrollo Nuevo León 2016-2021, y una presentación de diapositivas de Roberto Russildi Montellano y José Luis Ortiz Durán, Visión del Desarrollo Urbano, del Gobierno del Estado de Nuevo León 2015-20212. También está el proyecto para consulta pública de abril de 2012 del Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030; cuya redacción definitiva, aprobada en octubre de 2012, tiene de registro en 20143. También estos documentos pueden ayudar a reflexionar en el desorden actual, y a repensar el futuro del planeamiento de la conurbación regiomontana; temas que serán abordados en ésta y las siguientes publicaciones del próximo año 2018.
EL RESULTADO DEL PLAN METROPOLITANO DE MONTERREY 2000-2021
El diseño urbano del Plan Metropolitano de Monterrey 2000-2021, redactado por los arquitectos Bulnes y Albalate, representaba gráficamente algunas de las acciones fundamentales del planeamiento tendentes a corregir la dispersión del AMM. Las más importantes eran: la consolidación de los espacios baldíos al interior del Anillo Metropolitano, que adicionalmente especificaba una graduación decreciente en la densidad del tejido residencial (alta, media y baja); la configuración del entramado vial principal cubriendo la totalidad de la superficie conurbada, con la previsión de algunos equipamientos importantes; y la localización de las grandes zonas destinadas a la producción junto al Anillo Metropolitano, evitando así la interferencia con las áreas residenciales y estableciendo el límite físico del modelo.
Aunque con estas previsiones, aparte de mejorar la densidad, se introducía alguna variedad en la monotonía del tejido unifamiliar; tanto en el Plan Estatal 2016-2021 como en las diapositivas de Visión del Desarrollo Urbano, se destaca que ocurrió todo lo contrario. En efecto, la población de Monterrey había seguido creciendo, pero con una mala distribución; en lugar de concentrarse en los baldíos del tejido urbano, se había asentado en mayor proporción en la RP, y disminuido considerablemente en el resto de las Regiones del Estado (Fig. 1217-2). Otro gráfico describe la variación porcentual (Fig. 1217-3); con relación a 1980, la población del AMM había aumentado 200%, mientras que la superficie más de 500%, y la densidad disminuido 50%.
No obstante, quizá la mayor y más arraigada carencia urbana del Monterrey posindustrial queda patente en la tabla de Áreas verdes por municipio del AMM (Fig. 1217-4). A pesar de la enorme riqueza natural que se ensambla con la superficie edificada, el área verde urbana está muy por debajo de la recomendación mínima de la ONU (9.2 m2/hab). Con la población actual, la metrópoli debería disponer de 4,600 Ha de parques y jardines, el triple de lo existente por lo menos.
El Plan Estatal 2016-2021 reacciona ante esto, y planea “la vinculación de los parques existentes y los propuestos en los planes de desarrollo urbano municipales y estatales, además de buscar el aprovechamiento de cuencas, ríos, camellones, reservas naturales y otras áreas para este fin. Con ello, se pretende disminuir el déficit actual de espacios verdes, (…), así como el manejo de los escurrimientos pluviales y la captura de agua, y generar espacios accesibles y asequibles para toda la población”4. Ya se ha tenido la oportunidad de conocer la propuesta de Valentín Martínez Cuellar (Cfr. METROPOLISREGIA | ENERO 2017), que concreta algunas de estas ideas del Plan 2016-2021; queda por verificar, si con ello se cubre las necesidades actuales y se prevé las subsecuentes.
En síntesis, se puede afirmar, que las dificultades que enfrenta hoy el planeamiento del AMM son todavía más graves que las del escenario tendencial que imaginaba el arquitecto Albalate cuando redactó del Plan Metropolitano de Monterrey 2000-2021 (Cfr. METROPOLISREGIA | NOVIEMBRE 2017). Son consecuencia del modelo de crecimiento disperso del AMM, la falta de articulación de la superficie edificada, la interconexión vial inconclusa y el déficit crónico de parques y equipamientos; que demuestran que ha sido insuficiente el esfuerzo público y privado de mejora de los servicios públicos y la calidad de vida urbana de los ciudadanos. Aun así, el Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030 (Fernando Gutiérrez Moreno y Rubén Pesci) tiene una propuesta que conviene analizar.
EL MODELO DEL PROGRAMA ESTATAL DE DESARROLLO URBANO NUEVO LEÓN 2030
El fracaso reiterado de ordenación del planeamiento metropolitano de Monterrey, que dura ya cincuenta años, no ha detenido el empeño de las autoridades de controlar el crecimiento desbordado de la conurbación. Por eso, el Gobierno del Estado publicó en 2012 el Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030, que además de la propuesta para desarrollo del territorio del Estado, incluye un modelo urbano para la región del AMM (complemento del Plan Metropolitano 2000-2021). Ha sido posible revisar tanto el proyecto para la consulta pública como el documento final, que tiene vigencia legal. Sin embargo, en la versión digital del proyecto para la consulta pública el modelo urbano está más completo, y hemos optado por utilizarla para este análisis.
El documento al que nos referimos es bastante denso y extenso; pero es posible adelantar, que el Plan Metropolitano 2000-2021 abandonaba el modelo de Exápolis 2000 de 1967 para sujetar la dispersión urbana, marcando la estructura vial y productiva del Anillo Metropolitano como límite de la expansión del AMM; mientras el Programa Estatal 2030 desdobla el acotamiento previsto en la RP. Planea la consolidación del territorio añadido con grandes polígonos; delimitando la superficie de actuación entre lo que denomina Corredor 2030, que se superpone al Anillo Metropolitano, y un nuevo arco vial conectando las cabeceras municipales de la RP (Fig. 1217-5).
El diagnóstico parte de señalar, que el desarrollo urbano del AMM seguirá conectado directamente con el fenómeno económico de la globalización; el cuál, por no ser sostenible desde una perspectiva social, “provocará una altísima especialización e innovación en el Área Metropolitana de Monterrey y su entorno inmediato. Evidenciará a una ciudad de Monterrey conflictiva, con tendencia al gigantismo y escindida de una plataforma territorial y ambiental”; que, en cuanto al territorio, “implica una tendencia creciente al abandono de roles y funciones del área rural y debilidad en las estructuras interjurisdiccionales con alta dependencia”6.
Por ello, si se busca reconducir el modelo por la vía de la sostenibilidad, “resulta determinante el hallazgo de los detonadores socioeconómicos que permitan a las ciudades simplemente agrupadas por su proximidad física, el desarrollo de los flujos y la colaboración necesaria para la formalización de redes de ciudades que establezcan una región económica concreta. De esta manera, podría marcarse la pauta para un desarrollo urbano sustentable, en un territorio con oportunidades para su población”7.
El objetivo del Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030 queda fijado, por tanto, en la gestión conjunta del desarrollo socioeconómico y urbano del territorio, y del AMM y la RP como una sola entidad.
Por lo que toca a la gestión de la gran escala, “la imagen modelo territorial a lograr, será la matriz de negociación para la importante tarea de concertación intersectorial e interjurisdiccional a ejercitar. En ella radica el importante desafío que implica asumir la oportunidad para concebir y ejercer una política alternativa de desarrollo del Estado, que permitirá la definición de roles y funciones complementarias y no competitivas internamente, que permitan una proyección del territorio del Estado en su conjunto; a través, fundamentalmente, de la capacidad de localización de esos atractores especiales apropiados, capaces de movilizar inversiones público-privadas sinérgicas, simultáneamente activadoras del territorio y de los aparatos burocráticos y restrictivos”8.
En cuanto a la gestión de la entidad que agrupa el AMM con la RP, las características del modelo deberían modificar la “situación actual de impacto negativo sobre los servicios ambientales de la naturaleza (…), por una innovadora visión de la ciudad; es decir, la sociedad organizada en ciudades, sea el mejor promotor de servicios ambientales naturales, allí mismo donde vive la gente; y de servicios ambientales culturales que, como la educación, la salud y la cultura, son dimensiones que la historia humana ha desarrollado para beneficio de una mejor sociedad”9.
Más concretamente, el Programa “promueve la descentralización del AMM como modelo de actuación para integrar la Región Metropolitana de Nuevo León (RMNL), y para ello, la primera iniciativa es integrar la zona conurbada de Monterrey con la Región Periférica (RP) en un sistema multipolar, donde el área central de Monterrey sigue cumpliendo una función primordial y forma parte de las ciudades globales; las ciudades de la actual zona conurbana crecen, para ser verdaderas polaridades con vida propia; las ciudades de la Región Periférica (RP), logran su verdadera fuerza gravitatoria local; finalmente, el nuevo Corredor 2030 procura una gran interfase (superficie de separación entre dos fases) de centralidad a escala de toda la metrópolis”10 (Fig. 1217-5).
La descripción conceptual del modelo de Gutiérrez Moreno y Pesci, que se ha transcrito literalmente con solo las acotaciones indispensables, está acompañada con otros datos e imágenes que merece la pena estudiar detenidamente en el siguiente artículo. No obstante, para concluir éste basta especificar, por una parte, que las expectativas de crecimiento de vivienda social implícitas en el modelo de Pesci eran 480,000 unidades, lo que supondría una población aproximada del AMM de 7 millones de habitantes en 2030; y, por otra, que la mayor parte de la edificación nueva se realizaría consolidando el tejido residencial existente; lo cual mantendría la superficie de la conurbación en alrededor de 100,000 Ha, entre 18 y 20 viv/Ha. De ser así, se trataría todavía de un modelo urbano de tipo extensivo; que requeriría de un diseño urbano mucho más preciso para materializar la deseada “lógica de proximidad” de las ciudades compactas de la nueva legislación.
1. El fenómeno de dispersión urbana ha seguido al de migración, y producido muchos de los asentamientos irregulares que rodean las ciudades mexicanas grandes del siglo XX. Coneval documenta que en las zonas urbanas “viven 36.9 millones de personas en pobreza, el 69 por ciento de todas las personas en estas condiciones que hay en México”. Cfr. Diana BAPTISTA.
Aglutinan a pobres 15 zonas urbanas, El Norte, Domingo 7 / Enero / 2018. Nacional. Pág. 2
2. La presentación fue el 20 de Febrero de 2016 en la Sesión de la Sociedad de Urbanismo Región Monterrey A. C. (SURMAC)
3. Aunque como Secretario de Desarrollo Sustentable del Estado, la responsabilidad oficial del Programa 2030 corresponde al ingeniero Fernando Gutiérrez Moreno, la responsabilidad técnica la llevó el arquitecto urbanista Rubén Pesci
4. Gobierno del Estado de Nuevo León. Plan Estatal de desarrollo 2016-2021. Monterrey, 2016. Pág. 239, párr. 2
5. Fernando GUTIÉRREZ MORENO y Rubén PESCI, Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030. Monterrey, 2012. Pág. 79, pár. 2 y 3
6. Ibídem. Pág. 81, párr. 5
7. Ibídem. Pág. 81, párr. 8
8. Ibídem. Pág. 79, párr. 9 a pág. 80, párr. 1
9. Ibídem. Pág. 80, párr.4
10. Ibídem. Pág. 91, párr. 1