Pasado en paralelo II

La consolidación en el país del régimen republicano, muy pronto fue continuada por la estabilidad política y el éxito económico del autoritarismo del Porfiriato en el país. A finales del siglo XIX el modelo propio de desarrollo de Monterrey, que también se vuelve exitoso en lo económico, propicia el crecimiento urbano aletargado durante siglos. Estos dos fenómenos indujeron el desarrollo inicial de la ciudad, que con el tiempo se volvió explosivo, pero lo generaron con desorden y en cierta forma de manera incongruente, acusados por la ausencia de actividad urbanística profesional en la región, que se tradujo en una carencia de planeación.

Lámina 85. Plano de la ‘Ciudad Nueva’ de Juan Crouset fechado en 1794. Primera propuesta de expansión ordenada de Monterrey cuyo proceso de construcción fue interrumpido.

El límite exterior de los repuebles del espacio urbano, fijado como veremos en 1864 por las avenida Colón y Félix U. Gómez en el plano de Isidoro Epstein, se convierte a la vez en el límite interior o inicio de las zonas que introdujeron el uso industrial en la ciudad, predios que carecían de previsiones urbanísticas para su desarrollo, así que el crecimiento de la ciudad, tanto el de la ciudad propiamente dicha que incluía vivienda y usos terciarios, como el de las zonas industriales exteriores, presiona el límite prefijado para la ciudad, dejándola estrangulada. Al mismo tiempo, la introducción del ferrocarril tampoco tomo en cuenta condicionantes de planeación territorial, por lo que el territorio remanente de los ejidos municipales y luego el de los municipios vecinos se vio fragmentado con el exclusivo e ilusorio aliciente del progreso momentáneo.

Lámina 86. Plano de Monterrey de 1798, realizado también por Juan Crouzet, en el que ya aparecen algunas construcciones de la ‘Ciudad Nueva’. Algunas de sus construcciones se iniciaron, pero solo algunas se terminarían ya en el siglo XIX.

Por desgracia la misma autorización del plan de expansión de 1864 quedaría marcada con el estigma del desarrollo en desorden. La mencionada ausencia de profesionalización local impidió la posibilidad de cuestionamientos de los criterios de expansión, porque eran inveteradamente utilizados y no incluían las previsiones para los fenómenos de industrialización periurbana, que por otro lado, hacía poco tiempo habían comenzado a regularse en Europa y Norteamérica. A la industrialización se sumó la novedad del fenómeno de inmigración, inducidos y potenciados por el progreso económico y por el incremento de las fuentes de trabajo. Entre ambos acabarían, más temprano que tarde, por generar la desordenada mancha urbana que hoy tiene la ciudad. Por desgracia autoridades e inversionistas no acertaron a adivinar que el éxito del apenas iniciado modelo regio de desarrollo, requería también un modelo urbano, igualmente profesional.

Lámina 87. Plano de Monterrey de 1854. Muestra las fortificaciones de la ciudad. También se observa el trazo del ensanche de la ciudad que apenas empezaba a poblarse y la expansión hacia el poniente de la ciudad hasta el Cerro del Obispado.

El crecimiento de la ciudad, estaba entonces regido por el plano del ensanche, y aquella podía extenderse de modo natural en tres direcciones al norte de Río Santa Catarina, quedando topográficamente a salvo de las inundaciones, pero solo dentro el espacio previsto por Epstein para el ‘Repueble’. Los demás espacios desamortizados, más allá de Madero y Colón, Carranza y Félix U Gómez, condicionarían inexorablemente la expansión de la trama, porque su desarrollo quedaba irrestricto, en el marco de las iniciativas de los inversionistas particulares. Las autoridades fijaron en su oportunidad y conveniencia los términos de las negociaciones con los particulares, pero lo único que aseguraron fue la incertidumbre urbana y la falta de visión de conjunto en el largo plazo.

Lámina 88. Plano de la Batalla de Monterrey. Elaborado y utilizado durante la invasión norteamericana de 1846. El río Santa Catarina se menciona como San Juan, dado que es su afluente.

La enorme retícula resultante del plano de 1864, contaba con un antecedente importante; una relocalización de la ciudad, ideada hacia finales del siglo XVIII por el obispo Llanos y Valdés, sucesor de Verger.1 Además de la transformación del poblado en ciudad, serviría para resolver los problemas de las inundaciones que periódicamente sufría la ciudad. Proponía una nueva trama de 1.25 km2, trasladando la ciudad al noroeste del asentamiento existente; utiliza como eje principal el trazo de avenida Juárez, que era el límite poniente de la población y a la vez servía como salida hacia el norte. En 1794 Juan Crouzet, comisionado por el obispo, estableció los límites de la nueva ciudad2 entre las calles que hoy se llaman Zuazua, Colón, Pino Suarez y Washington; la plaza de Colegio Civil la iniciaba, ahí estaría el Hospital, en el centro de la trama la plaza con la Catedral, entre las calles de Santiago Tapia e Isaac Garza, que hoy rememora una placa en la fachada de La Ciudadela, al norte del Teatro Calderón.3

Lámina 89 Grabado la plaza de armas de Monterrey de mediados del siglo XIX

Pero la construcción de la nueva ciudad se interrumpió, aparentemente por desavenencias entre las autoridades; aunque también pudiera suponerse se originaría debido a que la prohibición de nuevas construcciones en el asentamiento original, podría interpretarse por lo vecinos que acudían a solicitar autorizaciones, como extremadamente onerosa y autoritaria. Para ser justos también debería tomarse en cuenta que la exigencia podría justificarse a sí misma protegiéndolos, porque solo dejando de construir en la ciudad antigua, cuyo crecimiento se acercaba de nuevo a las zonas peligrosamente inundables, se conseguiría eliminar la posibilidad de nuevas catástrofes a la población. De hecho en la actualidad la propuesta de aquel trazo se localizaría hacia la cota de 540m sobre el nivel medio del mar, por lo menos 5 metros arriba que la depresión de la zona hoy enterrada de los ojos de agua de Santa Lucía, y que en aquel momento, dejando a salvo la integridad de la vida de las personas, seguir autorizando inversiones privadas en una zona de riesgo, acabaría por incidir injustamente en las finanzas públicas, que al igual que ahora, habrían de verse forzadas a paliar los efectos indebidamente no ponderados por los particulares.

Lámina 90. Territorio original del Nuevo Reino de León de 200 por 200 leguas.

Entre los vaivenes de inestabilidad política de la segunda mitad del siglo XIX, la región también dio testimonio del infructuoso episodio, real o simulado (el Gobernador Vidaurri siempre lo negó), que habría buscado consolidar la independencia y unidad política del territorio inicial negociado por Carvajal y de la Cueva con la corona española para el Nuevo Reino de León, que incorporaría los estados vecinos de Tamaulipas y Coahuila (casi la mitad de Tejas, que también estaba incluida en el territorio del reino, y se escribe ahora con nueva ortografía); pero la ciudad de Monterrey no superaba todavía más allá de una modesta influencia en la República, cuya fuerza centralizadora no tardó en corregir.

Lámina 91 y 92. Plano de Monterrey de 1865 y de 1894 . Propuesta de ensanche de Isidoro Epstein. La vialidad en tonos oscuros indica el trazo aproximado de la ciudad. Llama la atención la dimensión inicial de La Alameda, que fue partida por la mitad por Bernardo Reyes, para obtener recursos y construir La Penitenciaría. Señala también las expansiones del Repueble del Norte que ya indica el edificio de La Ciudadela en el sitio de la Catedral inconclusa de Crouzet, y el Repueble del Sur, que actualmente es la parte más antigua de la Colonia Independencia, antes llamada Barrio de San Luisito (Establecido durante la segunda minad del siglo XIX por inmigrantes del estado de SLP, atraídos por la industrialización inicial de la ciudad).



[1] ‘De Llanos y Valdés fue el tercer obispo del recién creado Obispado del Nuevo Reino de León. Fue nombrado el 18 de diciembre de 1791 por bula papal, y un año después entró en Monterrey en medio de una respetuosa bienvenida de los cabildos civil y eclesiástico. Finalmente, el 10 de noviembre de 1792, por disposición del rey, la ciudad de Monterrey fue nombrada sede episcopal del Nuevo Reino de León’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[2] ‘Este ambicioso proyecto consistía en construir un nuevo complejo citadino con una Catedral, unas nuevas Casas Reales (Palacio sede del Ayuntamiento), un Hospital Real, un Convento de Monjas Capuchinas y una nueva Plaza de Armas. Esta nueva ciudad estaría comunicada con el viejo asentamiento por medio de una calle que fue llamada “de la Catedral Nueva” (también conocida como calle del Roble en el siglo XIX, y en la actualidad Avenida Juárez).
El trazado de la nueva ciudad atrajo la atención del gobernador Manuel de Bahamonde y Villamil, por lo que solicitó al Cabildo civil de Monterrey prohibir nuevas construcciones en los alrededores de la plaza de Armas, y concedió los permisos al Obispo para las nuevas edificaciones. Juan Crouset, arquitecto de origen francés fue el “arquitecto de cámara del obispo de Llanos y Valdés”, y se le contrató con un sueldo diario de 10 pesos’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[3] ‘La construcción de la nueva Catedral se proyectaba en dimensiones iguales a la de la ciudad de México. Con longitud de ochenta y cinco metros y anchura de casi cuarenta, esta edificación sería en planta de cruz latina, tendría tres naves y sería de estilo barroco’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.

Pasado en paralelo I

Monterrey ha tenido a lo largo de su historia, procesos muy dispares de crecimiento urbano. Un sucinto repaso nos conduce a recordar los avatares de la existencia inicial, puesta en jaque por las inclemencias del clima de la región1 que han condicionado la supervivencia en repetidas ocasiones.

Primero por circunstancias de seguridad interna, acechada por las tribus de los antiguos moradores nómadas de la región2 y después durante la estructuración y consolidación propias. La ciudad, que había sido fundada tres veces, en 1611 sufrió una gran inundación y al año siguiente tuvo que trasladarse al sitio que hoy ocupa el centro, por encontrarse más elevado que al norte de los ojos de agua.

Con su particular autonomía, que se antoja voluntaria, se mantuvo por siglos al margen de cualquier papel protagónico de los fenómenos políticos y sociales de las capitales de su reino, en América y en Europa. Su aislamiento y exiguo crecimiento, pudo deberse también a que no se descubrieron yacimientos de minerales tan valiosos como en otros sitios de la Nueva España o a la continua sangría humana que representó poblar el enorme territorio del reino. Estas circunstancias excluyeron a la ciudad de la prosperidad y también de los esplendores de la arquitectura y el urbanismo novohispanos (aunque pudiera quedar a salvo el palacio del Obispado cuya construcción, de condición más bien modesta, fue planeada ya en el siglo XVIII por el obispo Verger, primero de Monterrey)3. La ciudad de entonces no necesitaba de esplendores, pero hoy pareciera que los extraña y pretende sustituirlos, acumulando esculturas urbanas.

Lámina 78. El Palacio del Obispado. Ubicado en la cima de la
Loma de Chepe Vera hoy llamada Cerro del Obispado,
fue construido en fuera de la ciudad buscando mejorar
 las condiciones medioambientales que se tenían en la ciudad,
 por el obispo Verger.
Foto Encicloregia. M. M. López.
Lámina 79. Ahora ha sido restaurado y transformado en el Museo del Obispado.
Las galerías exteriores la dominan el valle de Monterrey
Foto Google. Juan Pablo Camacho
Lámina 80. Patio del Palacio del Obispado antes de la restauración.
Foto Encicloregia. M. M. López.

Mientras que al otro lado del Atlántico, se debilitaban y disolvían los multi-centenarios imperios europeos, resulta lógico pensar que la mayor prosperidad y cercanía de los modelos de desarrollo norteamericanos, plasmados también en sus ciudades, fueran mimetizados y dejaran cada vez mayor huella en la capital del Estado, cuya pujanza también se nutría, mediante el comercio, de aquella prosperidad vecina4. A lo anterior se sumaba la incertidumbre inicial del poder durante los inicios de la vida independiente del país, que adelgaza los lazos centrales. La mirada e ideales se dirigen hacia el norte, a medida que se presencia desde la vecindad el crecimiento del gigante norteamericano, al que se agregan, para infortunio y vergüenza históricas, la enorme extensión del territorio de Tejas y los demás, otrora nacionales.

Lámina 81. Plano de Monterrey en 1765. Es es más antiguo que se conserva de la ciudad. En la parte de arriba del plano se indica el área inundable por los desbordamientos del Río Santa Lucía y el camino de salida del poblado hacia Salinas y el norte del reino. En 1612 la ciudad de movió al sur del arroyo por la inundación de 1611. Otras inundaciones importantes sucedieron en 1636, que volvieron a arrasar con la ciudad, las de 1642 y 1648 fueron notables Las lluvias duraron 40 días en 1716 y los desbordamientos de los ríos hacían que la ciudad población corrieran peligro permanentemente. En 1909 murieron 4,000 personas y el puente San Luisito recientemente inaugurado quedó casi derruido e irreparable. En 1988 el río Santa Catarina aún canalizado casi se desborda.

Pocos años después, en procesos similares a los de algunos países europeos, la desamortización de las propiedades de las comunidades se lleva a cabo en México hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aunque en Monterrey las propiedades de las comunidades religiosas no eran particularmente extensas, las del municipio, que también se estaban incluidas en el proceso, sí que lo eran y se mantenían conforme a los ordenamientos para las fundaciones novohispanas, establecidas por Felipe II de España.

Lámina 82. Río Santa Catarina en la inundación de 1909
Lámina 83. Cauce seco del Río Santa Catarina y el Barrio San Luisito
hoy Colonia Independencia.

La ciudad contaba alrededor de su centro con la reserva comunal llamada ‘Ejidos’5 de 2 leguas, prevista para el desarrollo de las actividades económicas básicas y para el crecimiento urbano. La franja inmediata al centro de la ciudad, con medida aproximada de una legua6, habría de servir para ensanchar la trama urbana y así poder alojar el crecimiento de la población; esta zona que también se llamaría ‘Repueble’, quedó fijada con el plano de 1864. La franja inmediata se utilizaba entre otras actividades, para el pastoreo y la guarda del ganado menor; pero adicionalmente estaba otra zona destinada para el ganado mayor: llamada ‘Dehesa Boyal’, y se localizada en la ladera norte del cerro de las Mitras, hoy es la parte antigua de Cumbres.7 El resto de los ‘Ejidos’, es decir la franja no contemplada para los ‘Repuebles’, sería adquirida por particulares y serviría para alojar la industrialización inicial de la ciudad.8 Además de las fábricas e industrias, con el paso del tiempo, también se fueron utilizando para la expansión de las zonas de vivienda, conforme a la creciente demanda que se presentó en la ciudad, y por desgracia durante muchos años creció sin la planeación adecuada.


Lámina 84. Plano de Monterrey de 1791, está elaborado sin escala y con la orientación norte hacia abajo. Por esa razón el Cerro de la Silla y la Sierra Madre se indican en la parte superior del plano; a la derecha aparece ya el Palacio del Obispado, más abajo el Cerro del Topo. El crecimiento de la ciudad ha sido muy grande en tan solo 30 años. La ciudad comienza a tener una trama definida por edificaciones, pero las manzanas no se encuentran colmatadas.




[1] ‘Las sementeras son por junio y parte de julio. En esos meses, el año de cuarenta y dos (1642), llovió muy poco; perdiéronse los sembrados, y cuando por septiembre cargaron las aguas, no tenían en qué hacer. Prevínose el hambre que había de haber.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 93, párr. 2.
[2] ‘Hubo, en este año de 1665, muchos y varios sucesos de guerra, con la prosecución del levantamiento de los indios del norte, que en varias escuadras salían, no solo a los caminos, sino hasta las mismas poblaciones, así del Saltillo, que dista diez y ocho leguas de Monterrey, como de este reino, hurtando y haciendo cuánto daño podían.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 147, párr. 4.
[3] ‘El 15 de diciembre de 1777 fue creado el Obispado del Nuevo Reino de León, con cabecera en la villa de San Felipe de Linares. Su primer obispo fue fray Antonio de Jesús Sacedón,* pero a causa de su muerte en diciembre de 1779 no logró tomar su cargo en la referida villa de Linares. Su sucesor, fray Rafael José Verger y Suau, solicitó que Monterrey fuera la nueva sede del Obispado, por causa de ser la capital del Nuevo Reino de León y por ser “de saludable temperamento, que hay abundancia de agua, que hay canterías donde obtener la piedra para las construcciones.” Verger murió el 5 de diciembre de 1790 en la ciudad de Monterrey, y para sucederlo se eligió a Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, originario de la villa de Jerez, ubicada en la jurisdicción del Obispado de Guadalajara’. Cázares Puente, Eduardo. El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Enicloregia Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[4] ‘Si bien el área metropolitana de Monterrey experimenta año tras año un crecimiento constante de la población, el centro de la ciudad es testigo de un gradual descenso poblacional. Son diversas las razones que se han señalado para explicar esta tendencia. La más fuerte radica en la atracción que produce la manera americana (estadounidense) de vivir; la idea de la casa individual con un jardín. Mientras las ciudades mexicanas, por lo general, constituyen hermosos ejemplos de urbanismo, con su estructura de calles, plazas, arquitectura homogénea, arquerías, monumentos, etc., Monterrey parece ignorar esa poderosa tradición urbana.’ Javier Cenicacelaya, Carie Penabad. Monterrey, recuperando el centro urbano. University of Miami. School of Architecture. 2006. Pág. 13, párr. 1.
[5] ‘…conforme a las ordenanzas que sobre ello hay y más le doy de ejidos una legua en redondo y por dehesa boyal le señalo desde la ciudad para arriba lo que dice del río de Santa Catarina, sacado el dicho río para las labores del Topo, lo que de acequia principal para arriba y hacia la sierra de las Mitras, como vamos hacia la Mitras y por el dicho río a mano derecha, lo que le perteneciere y porque en la Ordenanzas de Nuevas Poblaciones que se concedieron y dio Su Majestad’. Montemayor, Diego de. Extracto del Acta del Cabildo la fundación de la ciudad de Monterrey del 20 septiembre de 1596. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[6] La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una persona, a pie, o en cabalgadura, puede andar durante una hora… Dado que una persona recorre normalmente a pie una gama de distancias, la legua… abarca distancias que van de los 4 a los 7 km, siendo las más frecuentes las leguas que se encuentran en la media de tales extremos… La legua castellana se fijó originalmente en 5.000 varas castellanas, es decir, 4,19 km…, quedando establecida en el siglo XVI como 20.000 pies castellanos; es decir, entre 5.573 y 5.914 metros…, eran las utilizadas para medir los caminos de España, antes de adoptarse los kilómetros del sistema métrico decimal… Carlos IV de España, por Real Orden de 26 de enero de 1801, estableció: “Para que la legua corresponda próximamente a lo que en toda España se ha llamado y llama legua (que es el camino que regularmente se anda en una hora) será dicha legua de veinte mil pies, la que se usará en todos los casos que se trate de ella, sean caminos Reales, en los Tribunales y fuera de ellos.” Legua-Wikipedia, la enciclopedia libre.
[7] Los datos históricos de este párrafo han sido recopilados por el autor de la conversación con Juan Ignacio Barragán Villarreal, durante la entrevista sostenida el 30 de Septiembre del 2010. Las deducciones o asunciones históricas del fenómeno urbano son exclusiva responsabilidad del autor.
[8] ‘A finales del siglo XVIII, la ciudad de Monterrey se restringía a un pequeño poblado que circundaba las actuales calles de Mina, Juárez, Ocampo y Juan Ignacio Ramón (lugar por donde emanaban los ojos de agua de Santa Lucía). Los únicos edificios representativos eran el convento de San Andrés, la iglesia parroquial y la casa del Gobernador. Según el censo levantado por el gobernador Simón de Herrera y Leyva la jurisdicción de Monterrey contaba con 6,412 habitantes’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.