En el artículo del mes pasado, en el que se analizó el dinamismo del desarrollo urbano que explican los modelos radio concéntrico y multinucleado del Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030, se decía que este mes de abril se estudiaría el Corredor 2030. La nueva centralidad lineal que también ha sido prevista en el Programa para contribuir a la ordenación de la Región Metropolitana Nuevo León (RMNL); y cuyo modelo ideal casi coincide con una descripción de Horacio Capel de la región urbana contemporánea, que estaría conformada por “una red urbana equilibrada y policéntrica, con un papel relevante para los núcleos urbanos de pequeña y media dimensión, esencial en el desarrollo regional y en la gestión sostenible del medio natural y del patrimonio”1.
La formulación del modelo de la RMNL surge de la evaluación del planeamiento actual, llevada a cabo recientemente por Gutiérrez Moreno y Pesci para la redacción del documento citado. En él se explica que “hay una fuerte revisión de las tendencias, donde la periferia ya no puede ser considerada fondo, un área de segunda categoría; no solo por la dignidad de sus poblaciones y organizaciones, sino por la propia funcionalidad del Área Conurbada que contiene. [Porque] si toda la ciudad es considerada un centro y una periferia, con la magnitud que han tomado estos fenómenos y la dominancia del crecimiento en la periferia, la perturbación que esto produce en todo ese sistema urbano se vuelve indomable”2. De ahí que se hubiera optado por conservar las caracaterísticas de la la configuración radio concéntrica por una parte, diferenciando la Región Conurbada (RC) de la Región Periférica (RP), aunque por otra se determinara la necesidad de la consolidación policéntrica del conjunto.
Pero, para asegurar la corrección de la disfuncionalidad, aparte de las determinaciones convenientes para cada región, planearon el Corredor 2030 como pieza que las articula, y le asignaron el rol de catalizador del desarrollo urbano y las inversiones. Porque, como componente de nuevo diseño, el Corredor tendría que aportar al planeamiento las condiciones funcionales de complementariedad y complejidad3, asegurando cierto grado de equilibrio y autosuficiencia a la enorme extensión que cubre la RMNL; aunque también contribuir a optimizar la diversidad de cada uno de los núcleos y partes4, galvanizando el futuro de competitividad económica global del conjunto. Así, aunque Peter Hall había considerado la complementariedad y la diversidad como características disyuntivas del funcionamiento urbano5; resultaban indispensables para la metrópoli policéntrica prevista por el Programa.
Y, esto se puede corroborar a partir de la experiencia de José María Ordeig. “La respuesta a estas dos posibilidades contrarias (la acentuación de la complementariedad como garantía de la autosuficiencia o la acentuación de la diversidad como garantía de relanzamiento) está consistiendo en cultivar la lógica de subcentros, que aparecerían como complementarios a aquellas zonas de la ciudad con mayor identidad. Es el fenómeno de la denominada nueva centralidad que después de justificar el reforzamiento de periferias o de zonas obsoletas que han llegado a ser nuevos nodos, está generalizándose y tendiendo a ver la ciudad como una constelación de centralidades”6.
Si, como propuesta de ordenación el policentrismo puede resolver la disfuncionalidad de la RMNL: la movilidad incongruente, el rezago y la desarticulación del equipamiento social, la carencia de áreas verdes, etc.; como modelo urbano recuperaría la identidad plural del territorio que la dispersión ha desfigurado. Y, como consecuencia, el desarrollo urbano restablecería el equilibrio. En síntesis, la metrópoli policéntrica es capaz de restituir no solo la calidad de la vida urbana, sino la estructura histórica con mayor grado de antropización del territorio (Fig. 1804-1).
No obstante, dado que el consumo irreflexivo de suelo había urbanizado ya una enorme extensión alrededor de la capital del Estado, el Corredor 2030 cumpliría la función de articular la conurbación.
EL CORREDOR 2030, NUEVA CENTRALIDAD DE LA REGIÓN METROPOLITANA
El Corredor 2030 es una banda de sección irregular de suelo con cerca de cien kilómetros de longitud, prevista a los lados del Arco Vial Metropolitano; que proyecta el desarrollo de “una ciudad lineal de innovación tecnológica, relocalización industrial, grandes equipamientos y servicios y enclaves de vivienda social”7, desde la cabecera municipal de García hasta la de Cadereyta.
La geometría quebrada de la pieza deriva de su vinculación con el trazado del Arco Vial Metropolitano; en cambio, su diseño de tipo extensivo y multifuncional enlaza con las teorías de los modelos de desarrollo lineal asociados con las vías de comunicación regional, que propusieron Arturo Soria y Le Corbusier las primeras décadas del siglo pasado8. Sin embargo, al proyectarla como nueva centralidad organizadora de la metrópoli policéntrica, el Programa condiciona las características propias de la ordenación de las regiones adyacentes Conurbada y Periférica. Pero, como no se trata de una actuación aislada más, sino de una solución complementaria y en cualquier caso una respuesta al fenómeno de dispersión; no parece lo más conveniente seguir estimulando el desarrollo urbano indistintamente sin haber coordinado antes el diseño urbano y el programa del planeamiento de toda la región en las diferentes escalas, como se ha comentado anteriormente citando a Michel Desvigne9.
Sin embargo, sin tomar en cuenta lo anterior, en las áreas centrales de la metrópoli (sobre todo en los municipios de Monterrey y de San Pedro) se ha venido sustituyendo el planeamiento existente, en donde predomina el suelo urbano residencial de tipo extensivo y en algunos sitios el productivo y comercial obsoleto, por una ciudad vertical multifuncional hecha de operaciones inmobiliarias aisladas. La cual, al urbanizar sin las determinaciones del planeamiento estructurante y operativo (que deberá considerar la relocalización de las zonas industriales de San Pedro y Santa Catarina) ni el diseño y la habilitación del suelo del Corredor 2030, solo conseguirá aumentar el desorden urbano; satisfaciendo la demanda del segmento de mercado con mayor capacidad económica y las expectativas mercantiles de los promotores, pero dejando sin resolver el déficit equipamental y de vivienda social10 (Fig. 0418-2).
Porque, según explican los redactores, el Programa deberá cubrir para 2030 una demanda de vivienda social “de 480,000 unidades para todo el Estado de Nuevo León (…), que pueden ser resueltas en alrededor de 6,300 hectáreas de desarrollo habitacional. Si consideramos que el 10% de esa demanda se da en el Estado, el 27% compactando y densificando la actual Zona Conurbada, sólo serían necesarias alrededor de 3,800 hectáreas en los 13 municipios periféricos en los próximos 20 años, equivalentes a 14.7 hectáreas anuales para cada uno de ellos, pequeña superficie que puede ser resuelta como enclaves en estrecha relación y cercanía con los centros urbanos”11. A partir de estos datos, en el período indicado se necesitaría edificar 130,000 viviendas nuevas en 1,700 Ha de la RC, con una densidad promedio de 76 viv/Ha. Aunque, por una parte, en el Centro Histórico y alrededor de los núcleos se debería aumentar la densidad residencial; sería también conveniente por otra, establecer una graduación decreciente de la densidad desde las áreas centrales de la RC hasta las más exteriores de la RP.
Por eso, es probable que el detonador más coherente del desarrollo ordenado de Monterrey, no esté tanto en las áreas centrales como en el Corredor 2030; “que ofrece una centralidad lineal próxima a todos los municipios de la Región, donde podrán ofrecerse empleos, servicios, transportes, que aproximan a los municipios de la Región Periférica todas las ventajas de la modernización”12.
En efecto, su localización a lo largo del Arco Vial Metropolitano es inmejorable; ya que aprovecha la capacidad de atracción de la infraestructura de comunicaciones regional, así como las ventajas sobre la movilidad que ofrece la posición equidistante de la vía entre las áreas centrales y el límite exterior de la metrópoli13 (Fig. 0418-3).
La previsión y la programación del Corredor 2030 compromete toda la ordenación metropolitana, porque además del suelo propio, involucra las zonas semivacías inmediatas de la RC y la interfase rural urbana de las ciudades de la RP; por lo cual, no solo serviría como elemento de articulación de las dos grandes regiones, sino que permitiría la organización del desalojo de la instalaciones industriales y ferroviarias anticuadas del interior del Arco Vial; al mismo tiempo, que al exterior de él, la conservación de la vocación agrícola de la interfase rural urbana. Finalmente, como catalizador del desarrollo urbano, cooperaría con nuevos núcleos a la consolidación policéntrica de la RMNL (Fig. 0418-4).
El Corredor 2030 puede afrontar mejor que ninguna otra parte de la RC, los problemas más urgentes de la mayor parte de la población y la metrópoli, que no por ello estarían necesariamente en conflicto con aprovechamientos urbanos convergentes con expectativas razonables del mercado. Su desarrollo estaría, por tanto, plenamente justificado. Con él, se pondría en práctica la “lógica de proximidad” de la nueva legislación federal, que encuentra correspondencia exacta en el equilibrio y el policentrismo previstos por el Programa Estatal. Reduce distancias y tiempos de traslado a la mitad; dispone zonas de producción y trabajo administrativo, espacio verde y equipamientos urbanos cerca de enclaves de vivienda más compactos y diversos social y económicamente. A pesar de las limitaciones técnicas para obtener el grado máximo de compacidad autorizado en las superficies ya urbanizadas, conseguiría que la metrópoli se mantuviera dentro de los límites de una periferización [racional]14.
A lo anterior se puede añadir, que potenciando el desarrollo del Corredor también se puede contribuir a descongestionar la asfixia del viario en las áreas centrales de la metrópoli. Al completar la interconexión de los municipios de García y Allende rodeando la RC, el Arco Vial Metropolitano podría replicar -en la gran escala del territorio- la función estructurante que tiene hoy el principal eje geográfico e histórico de la metrópoli (el eje este-oeste del Río Santa Catarina); disminuyendo así la presión urbanizadora y de tráfico en el Centro Histórico, que por desgracia ha sumado las áreas de conservación ecológica del Cañón de Huajuco.
En síntesis, el desarrollo de la ciudad lineal lo largo del Arco Vial Metropolitano podría rescatar hoy las características ideales de la ordenación determinada por el Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030: la estabilidad funcional de la configuración concéntrica, con un tipo de urbanización que corresponda con el grado de antropización más conveniente para cada región; y también las singularidades de la configuración policéntrica, aunque se tenga todavía por delante la consolidación funcional de los núcleos circunscritos en la superficie conurbada15. En definitiva, solo el aseguramiento de una mayor complejidad y diversidad de la oferta de suelo urbano (residencial, equipamental y productivo), podrá recuperar el equilibrio y la autosuficiencia de todas las partes que componen el suelo metropolitano16.
Con este artículo se concluye el análisis del planeamiento de la región conurbada de Monterrey. Por lo que aprovecharemos el siguiente para retomar algunos aspectos relevantes de los artículos anteriores, así como para documentar una ceremonia académica muy especial.
1. Horacio CAPEL, Las pequeñas ciudades en la urbanización generalizada y ante la crisis global. Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía, UNAM. ISSN 0188-4611, Núm. 70, 2009. Pág. 17, col. 2, párr. 2
2. Fernando GUTIÉRREZ MORENO y Rubén PESCI, Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030. Monterrey. 2012. Pág. 98, párr. 1 y 2
3. Se puede hablar de complementariedad, en cuanto a que la ciudad o cada una de sus partes “debe verse favorecida por la mezcla de usos, de modo que esa parte pueda funcionar con una autosuficiencia relativa; pero también compleja en cuanto a las ofertas tipológicas, por ejemplo, diferenciado el tratamiento en altura. Complejidad incluso en el estudio de un viario sin simplificaciones segregacionistas en aquellos ámbitos que no requieren especialización, evitando la muerte de zonas de ciudad por exceso de peatonalización o exceso de rodado”. José María ORDEIG CORSINI, Diseño Urbano y pensamiento contemporáneo. Instituto Monsa de Ediciones, S.A. Barcelona, 2004. Pág. 302, col. 1, párr. 6
4. Se puede hablar de diversidad de la ciudad o sus partes, cuando tienen “unas características propias, siempre suficientemente atrayentes, sea porque es el corazón antiguo del asentamiento o por el paisaje que se domina o por algún servicio especial que se ofrece. En este sentido, es preciso que espacialmente la ciudad o el sistema de ciudades en un territorio tengan un equilibrio dado por esa diversidad”. Ibídem. Pág. 302, col. 1, párr. 7 a pág. 303, col. 1, párr. 1
5. “Según Peter Hall, la reactivación económica de la ciudad abre una alternativa: una reactivación dada por una ciudad equilibrada funcionalmente que aparezca como autosuficiente, o una reactivación dada por la atracción que supone destacar en una actividad punta, que la convierte en atractiva para la inversión externa e interna”. Ibídem. Pág. 301, col. 2, párr. 2
6. Ibídem. Pág. 301, col. 2, párr. 2
7. Fernando GUTIÉRREZ MORENO y Rubén PESCI, Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030. Monterrey. 2012. Pág. 100, párr. 2
8. La ciudad lineal de Arturo Soria y Mata trataba de resolver el congestionamiento de las ciudades de gran tamaño; urbanizaba franjas reticulares de anchura regular, que tenían un eje ferroviario para conectar núcleos urbanos pequeños de la periferia, organizando también la distribución de la producción agrícola regional. Por su parte, la ciudad lineal industrial de Le Corbusier lo hacía relacionando las instalaciones fabriles y los asentamientos de ciudad vertical junto a la estructura rodada de comunicaciones entre las ciudades. Cfr. José LUQUE VALDIVIA (coordinador), Constructores de la Ciudad Contemporánea. Aproximación disciplinar a través de los textos. Departamento de Urbanismo de la E.T.S. de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Cie Inversiones Editoriales, Madrid, 2004. Pág. 857 a 865 y pág. 573 a 580
9 . Cfr. Michel DESVIGNE, El paisaje como condición previa, en Paisea 023, La gran escala. Barcelona, 2012.
10. “El área central de Monterrey se concibe como un área de renovación urbana integral, capaz de convertirse en la centralidad más destacada de una metrópolis multipolar de relieve internacional. En ella deben darse actuaciones de recuperación social y edilicia del centro histórico, de ampliación de su oferta de espacios públicos, cívicos y recreativos, grandes proyectos detonantes de atracción comercial, habitacional y cultural, puertas de entrada que valoricen la identidad del área, y vuelvan a atraer población al centro metropolitano”. Fernando GUTIÉRREZ MORENO y Rubén PESCI, Programa Estatal de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030. Monterrey. 2012. Pág. 99, párr. 3
11. Ibídem. Pág. 98, párr. 6
12. Ibídem. Pág. 98, párr. 7
13. En el Corredor 2030, el Programa de Desarrollo Urbano Nuevo León 2030 prevé la relocalización “de las antiguas industrias y predios ferroviarios desactivados (…), generando allí unas 3,600 hectáreas desocupadas para nuevos y grandes desarrollos urbanos integrales. Esta gigantesca recualificación (…) podrá absorber en el lapso de 20 años (…) gran parte del crecimiento población de toda esa Área Metropolitana (…), potenciando la idea de compactación y densificación (…), y completando la ocupación de vacíos en una estrategia de ocupación y uso del suelo más compacto y densificado, alentando los usos mixtos. Estas acciones van de la mano de una mejora en los espacios verdes (…) y los de servicios y equipamientos sociales". Ibídem. Pág. 99, párr. 4 y 5
14. Aunque en el texto del Programa, el arquitecto Pesci “limita la periferización a aquella justa y necesaria”, consideramos más adecuada la calificación de racional que proponemos. Cfr. Ibídem. Pág. 98, párr. 6
15. Los bordes de la metrópolis son la Sierra Madre Oriental y las ciudades de la periferia; éstas conservan aun “extensas zonas de agricultura intensiva, que pueden fortalecerse y consolidarse como un cinturón rururbano (rural-urbano) positivo, sin perjuicio de recibir algunos enclaves de desarrollo urbano compacto y nueva tecnología”. Ibídem. Pág. 98, párr. 5
16. “Esa cualificación urbana viene dada por la asunción de los conceptos de complejidad y diversidad que (…) vienen a dar respuesta a la dicotomía planteada por Hall. Se trataría de conseguir ciudades o partes de ciudad que contuvieran a la vez esas dos características, ser complejas y diversas”. José María ORDEIG CORSINI, Diseño Urbano y pensamiento contemporáneo. Instituto Monsa de Ediciones, S.A. Barcelona, 2004. Pág. 302, col. 1, párr. 5