Julio 2019
El lector habitual de METROPLISREGIA.COM posiblemente recordará los artículos de febrero a junio, en los cuales se interrumpió el estudio del planeamiento urbano de la Región Metropolitana de Nuevo León iniciado en octubre del año pasado, con objeto de publicar otros documentos también interesantes. Uno de ellos, ¿Mercantilización y Sostenibilidad? Desarrollo Urbano del Área Metropolitana de Monterrey, fue presentado en la asamblea de mayo pasado de la Sociedad de Urbanismo Región Monterrey, A. C.; otro, la traducción del artículo de The New York Times de junio, Cities Start to Question an American Ideal: A House With a Yard on Every Lot, examina la dispersión ocasionada por el modelo urbano extensivo en la ciudad norteamericana el siglo pasado; uno y otro están en relación con el desorden del crecimiento de Monterrey.
Por eso, al retomar ahora el estudio del planeamiento regiomontano, tampoco se debe olvidar lo que se dijo en enero; que en el conjunto de las grandes metrópolis del país, la nuestra no era una excepción, porque como todas tenía que adecuarse al modelo de ciudad compacta determinado por la nueva legislación federal1. Que, para hacerlo, antes se debía evaluar la situación actual de la ciudad, y posteriormente definir las operaciones convenientes para la regeneración urbana (Fig. 0719-1). Tomando en cuenta lo que José Luque Valdivia explica en Construcción de la ciudad y planeamiento urbano: que la metodología del proceso de planeamiento comienza por “determinar tanto la idoneidad de la transformación ya realizada, como las posibilidades o dificultades que presenta el territorio para el crecimiento de la estructura urbana”2. Así que, solo después de revisar el grado de conservación de la edificación y del espacio público, el potencial del territorio y los obstáculos para el crecimiento, así como las características del parcelario de la metrópoli; sería posible precisar el diagnóstico y los objetivos del planeamiento urbano.
No obstante, si se ha insistido que la regeneración de Monterrey afronta un grado mayor de desorden urbano en comparación de otras ciudades del país; se debe, conforme a lo que se ha demostrado en otros artículos de esta publicación3, al crecimiento exagerado y disperso producido por la mercantilización del desarrollo urbano la segunda mitad del siglo XX. La espontaneidad y falta de coherencia de la expansión, configurada fundamentalmente por actuaciones aisladas de vivienda social unifamiliar e instalaciones industriales promovidas por particulares sin modificar el parcelario histórico, potenció la fractura y dispersión del tejido urbano, y con ello se debilitó la estructura urbana. A tal grado, que ya no se puede asegurar su consolidación adecuada, como algunos suponen, con solo la densificación multifuncional del suelo residencial (Fig. 0719-2). Por el contrario, hoy resulta indispensable en primer lugar recuperar la congruencia de la estructura urbana: la configuración policéntrica y el equilibrio funcional de la región metropolitana; como se viene subrayando en el planeamiento regiomontano desde el Plan Director de 1967.
Como consecuencia de la valoración anterior, antes de abordar el diagnóstico y los objetivos de la Revisión del planeamiento de Monterrey, es conveniente detenernos a reflexionar en las características que debe tener la estructura urbana, en las condiciones funcionales y formales de cualquier metrópoli; y, en particular, en las que necesita la nuestra. Por tanto, en este artículo de julio vamos a describir las características de la estructura urbana en general; dejando el estudio de su aplicación en el caso concreto de Monterrey para los siguientes artículos (Fig. 0719-3).
LA ESTRUCTURA URBANA. LA ESTRUCTURA FUNCIONAL Y FORMAL
Aunque aquí no se va a discutir la validez de la hipótesis rossiana, ni su provocativa definición de la ciudad como “arquitectura total”; en cambio sí es conveniente partir de la descripción que hace de ella como manufactura colectiva, homogénea en cuanto al tiempo, y continua en cuanto al espacio; pero, a la vez, de la multiplicidad de los elementos que la constituyen, aunque algunos de ellos incidan más que otros en el desarrollo urbano4. Ya que, no obstante la configuración plural de la ciudad que se defiende, es indispensable que las partes estén integradas en un todo: que conformen una estructura5. Así, si por un lado, de la ciudad se puede afirmar su homogeneidad espacio-temporal, su identidad formal; por otro, también la complementariedad funcional de los elementos o partes que la constituyen, el rol particular de cada uno. Cohesión y articulación, unidad y diversidad, equilibrio y dinamismo, son por tanto cualidades de la estructura urbana y de sus partes o elementos.
Con ello queda claro, que el término ciudad no designa cualquier agregación de actuaciones –residenciales, comerciales, industriales, de servicio, etc.-, sino en todo caso su consolidación equilibrada como estructura; es decir, la congruencia formal y funcional del conjunto de todas ellas. Congruencia que no logra solo el respeto del contexto geográfico, ni la contigüidad histórica del parcelario de la propiedad, como tampoco la coherencia del diseño individual de cada una de los elementos; sino que, ante todo, sería resultado de la correspondencia o reciprocidad de las partes que constituyen el todo urbano. Ya que, como afirmaba Aldo Rossi, “reconocer diferentes cualidades de los hechos urbanos nos aproxima al conocimiento de la estructura”6. Por eso, la calidad urbana que tanto hace falta a nuestra metrópoli, debería ser resultado morfológico de la Revisión del planeamiento de Monterrey, de la adecuación formal y funcional del conjunto urbano. En definitiva, se puede decir que la ordenación de la región depende más de la reflexión teórico-práctica del proyecto urbano posible y la regeneración de lo existente, que del acucioso protagonismo edificatorio que emprende hoy el desarrollo urbano en las áreas centrales de la metrópoli (Fig. 0719-04).
Ahora bien, dado que a lo largo de la explicación anterior, se ha reiterado que la estructura urbana se conforma más bien por la correcta vinculación de los componentes urbanos, entre los que se suele distinguir los funcionales de los formales, así como los sistemas generales del planeamiento; corresponde explicar, aunque aquí sea solo de un modo general, las diferencias entre ellos.
En primer lugar, la condición funcional de la estructura urbana es conocida por todos. Consiste en “la vinculación que existe entre el planeamiento urbano y la ordenación del territorio; [concuerda con] la distribución de usos y actividades en el espacio de la ciudad y en el territorio”7. Se trata de la utilización específica que se hace del suelo; y, por eso, la relación funcional de las actividades residencial y productiva es de la mayor trascendencia en la configuración armoniosa de la ciudad; aunque los sistemas de equipamiento urbano y de infraestructura también son importantes, porque complementan la relación dominante, y contribuyen como factores determinantes de la calidad urbana. Por desgracia, si algo destaca en la metrópoli regiomontana, es precisamente la disfuncionalidad; cuyo origen deriva, como se ha podido demostrar, de la insuficiencia técnica y la inobediencia del planeamiento urbano.
En segundo lugar, la estructura formal, que no es otra cosa que “la necesidad que la ciudad tiene de identificarse; es decir, de alcanzar una unidad, aunque esto no suponga uniformidad ni homogeneidad; [sino interrelación de] elementos (naturales o artificiales) que dan forma al territorio”8. Se observa entre los naturales que destaca la geografía propia (en la que la orografía y la hidrografía influyen principalmente, pero también el clima de la región); sin duda, se trata del elemento más característico de la identidad de Monterrey. En cambio, entre los artificiales, los condicionantes de la historia han sido elementos definitivos de la forma urbana; sobre todo, la antropización descentralizada del territorio, que construyó la estructura formal de nuestra región desde su origen. A este respecto, y como consecuencia de la modesta relevancia de la herencia urbana de la ciudad, quizá se puede considerar la configuración policéntrica como el rasgo más característico de la conformación regional; si bien, la ausencia de una consolidación adecuada durante el acelerado proceso de expansión de la metrópoli, como el mayor defecto morfológico que debe corregir la Revisión del planeamiento (Fig. 0719-5).
Para concluir, solo mencionaremos que los sistemas generales del planeamiento son tres: comunicaciones, espacios libres y áreas verdes, y equipamientos; son esenciales porque asumen el papel de asegurar el crecimiento ordenado de la ciudad. “Se trata de tres conjuntos o sistemas de elementos de diversa naturaleza que tienen en común su capacidad de determinar el desarrollo urbano”9. Aunque estos tres sistemas esenciales están incluidos en alguno de los aspectos formales y funcionales de la estructura, dada su influencia en la Revisión del planeamiento urbano de Monterrey, serán estudiados cada uno por separado en el próximo artículo de agosto.
1. La legislación federal que replantea el desarrollo urbano con el modelo de ciudad compacta fue publicada en 2016, y homologada en Nuevo León en 2017. Sigue pendiente sin embargo la actualización de los documentos de planeamiento
2. José LUQUE VALDIVIA, Construcción de la ciudad y planeamiento urbano. Departamento de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Multiva Baja (Navarra), 2001. Pág. 63, párr. 5
3. Cfr. METROPOLISREGIA.COM, artículos de marzo y abril de 2019
4. “De la hipótesis de la ciudad como manufactura, como arquitectura total, se han (…) sostenido tres proposiciones distintas. La primera defiende que el desarrollo urbano es correlativo en sentido temporal; es decir que existe un antes y un después en la ciudad (…) A partir de esta proposición se deduce el análisis de los elementos permanentes. La segunda proposición tiene que ver con la continuidad espacial de la ciudad. (…) Significa aceptar como hechos de naturaleza homogénea todos aquellos elementos que descubrimos en cierto territorio (…) Como tercera y última proposición, debemos admitir que dentro de la estructura urbana existen algunos elementos de naturaleza particular que tienen el poder de retrasar o acelerar el proceso urbano y que, por su naturaleza, resultan bastante notables”. Aldo ROSSI, La arquitectura de la ciudad. Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2015. Capítulo segundo, Los elementos primarios y el área. Pág. 1, párr. 1-4
5. La Real Academia Española define estructura como “la disposición o modo de estar relacionadas las distintas partes de un conjunto”
6. Aldo ROSSI, La arquitectura de la ciudad. Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2015. Capítulo segundo, Los elementos primarios y el área. Pág. 2, párr. 6
7. José LUQUE VALDIVIA, Construcción de la ciudad y planeamiento urbano. Departamento de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Multiva Baja (Navarra), 2001. Pág. 57, párr. 6 y pág. 63, párr. 10
8. Ibídem. Pág. 57, párr. 7 y pág. 64, párr. 3
9. Ibídem. Pág. 57, párr. 10