Los mencionados paradigmas urbanos aunque han representado dificultades para la conservación y crecimiento controlado del área conurbada1, siguen siendo no solo admitidos, sino algunas veces exigidos por las reglamentaciones vigentes para buena parte de la ciudad, más pendiente en establecer criterios de zonificación, que promueven la especulación inmobiliaria como consecuencia de la segregación funcional y la limitación excesiva de las densidades de construcción y altura, desencadenado el proceso superficial centrífugo.
Los resultados son por demás incongruentes; porque las necesidades de preservación ecológica demandan mayor compacidad y con mezcla de usos y funciones complementarios; de aquellos que se tiene constancia propician la revitalización de los centros urbanos, o que han sido retomados de las ciudades históricas, o también reformulados con audacia para las nuevas metrópolis del presente2.
Además programáticamente se ha omitido la regulación para el uso de tipologías edificatorias en los asentamientos, paradoja justificada a ultranza por teorías de libre mercado, a sabiendas de sus resultados carentes de homogeneidad, tanto en identidad, como en imagen, devienen en una mezcla de soluciones contrapuestas e insípidas, que tampoco promueven la educación en la cultura de conservación.
Al presente el área conurbada de Monterrey tiene características, que acertadamente permiten calificarla como ‘ciudad difusa’3. Difícilmente aportarían alguna mejora en la calidad de vida de sus habitantes, que pudiera adicionarse a la disponibilidad mínima de los servicios municipales básicos. Desafortunadamente tampoco facilitan a las autoridades gestionar adecuadamente la seguridad y los demás servicios públicos para beneficio común de la población.
A los incrementos en la distancia que separa las nuevas zonas de vivienda de los centros administrativos y de producción, indefectiblemente han de asociarse la extensión y mantenimiento de las trayectorias de infraestructura, la multiplicación de los equipamientos y de las redes de transporte colectivo, en demérito de la eficiencia y adelgazamiento de la estructura de servicios, porque demandan la desviación de recursos, que sería preferible invertir en mejorar su calidad y disponibilidad. Complemento de las desventajas, tal vez el peor de todas, sería el dispendio en tiempo que representan los traslados largos, que termina, como se ha dicho antes, siendo escamoteado al descanso, a la familia, la cultura y la salud.
Asociado a lo anterior, la expansión de los servicios de transporte colectivo público y privado reduce su eficiencia en términos de rentabilidad, y las subvenciones y privilegios que obtienen y muchas veces ha sido necesario implementar, en lugar de aportar soluciones a los problemas de movilidad, distorsionan los mecanismos de promoción gubernamental, porque protegen inversiones que tienden a la obsolescencia, en lugar de re-direccionarlas hacia otras más duraderas y compatibles con la sustentabilidad medioambiental4.
Pero hoy es la seguridad pública quien pulsa las cuerdas más sensibles de la comunidad, pues ve notablemente condicionada su eficiencia, porque los incrementos en superficie, accesibilidad y complejidad de la zona metropolitana inciden directamente en sus posibilidades de eficacia. Incluso podrían agudizarse en la medida que las áreas de cobertura están deshabitadas muchas horas del día o de la noche. La logística demanda multiplicar los centros de control, cada vez más alejados unos de otros, circunstancia que mediatiza su coordinación a distancia. Es cierto que la percepción social de los problemas de seguridad también podría verse sobredimensionada ante la inoperancia o ineficiencia gubernamental, y el costo político a su vez, podría alcanzar niveles manejables con mayor dificultad. Como consecuencia los efectos mediáticos no se harían esperar; magnificando los resultados y la insuficiente disponibilidad y control de los recursos, que regularmente han presentado algunos de los sistemas municipales de seguridad.
[1] ‘Se trata de una extensión multidireccional, no necesariamente originada en la expansión del núcleo histórico de la ciudad, sino más bien del crecimiento de todos los núcleos urbanizados del territorio. Por otra parte, en el territorio no urbano, caracterizado por una construcción enrarecida, se han consolidado o materializado relaciones ‘’urbanas’’ que en algún momento fueron propias de una ciudad compacta… Además del fenómeno de extensión, una mirada atenta pone de manifiesto un proceso aparentemente opuesto: la retirada de la presencia humana de ciertas partes de este organismo… los vacíos urbanos y las áreas abandonadas han corroído y vaciado las grandes zonas industriales y los grandes servicios urbanos de la ciudad…’ Boeri, Stefano, Atlante eclettici, en Multiplicity (ed.), USE: Uncertain States of Europe, Skira, Milán, 2003, págs. 428-445. Walker, Enrique, Lo ordinario, Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 193, párr. 3 y 194, párr. 1.
[2] ‘las ciudades compactas se caracterizan porque desarrollan un crecimiento denso que supone un menor consumo de territorio y, por tanto, les permite ser más respetuosas con los ecosistemas y con los recursos naturales. La concentración de la ciudad en un espacio de territorio acotado facilita la mezcla, la diversidad de usos y el multifuncionismo. En la ciudad compacta las viviendas, los comercios, las escuelas y las oficinas comparten espacio, de esta forma, las necesidades de desplazamiento en transporte privado son mucho menores, con la consecuente reducción del consumo energético y la contaminación. Además la proximidad entre los habitantes de una ciudad compacta favorece las relaciones y genera la necesidad de espacios públicos de uso común que faciliten el desarrollo de valores como la convivencia, la tolerancia, la multiculturalidad y el civismo’. Antoni Falcón (et alt.), Espacios verdes para una ciudad sostenible. Planificación, proyecto, mantenimiento y gestión, Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007. Pág. 24, párr. 2.
[3] ‘…Con sus innumerables variantes, la ‘’ciudad difusa’’ europea es el resultado de este movimiento horizontal y extensivo de la condición urbana…’ Boeri, Stefano, Atlante eclettici, en Multiplicity (ed.), USE: Uncertain States of Europe, Skira, Milán, 2003, págs. 428-445. Walker, Enrique, Lo ordinario, Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 194, párr. 1.
[4] ‘La movilidad horizontal es actualmente la que provoca un mayor consumo energético que se disipa en forma de calor y en contaminantes atmosféricos, también la que provoca un mayor consumo de suelo y la causante de una mayor simplificación de los sistemas naturales… Las alternativas de transporte en la ciudad compacta son el medio que permite, con un consumo energético menor respecto a la ciudad dispersa, obtener una mayor complejidad del sistema, lo que en términos de información, implica aproximar a aquellos entes del sistema urbano susceptibles de mantener relación y poder acceder a los intercambios con un menor consumo energético y un menor impacto sobre los sistemas naturales’. Rueda, Salvador, La ciudad compacta y diversa frente a la conurbación difusa. Versión revisada por el autor en 2009, en García-Germán, Javier (ed.), De lo mecánico a lo termodinámico. Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 62, párr. 1 y 4.
Morfología en proceso de deformación
El trazo original de Monterrey es una retícula aproximadamente regular, similar a muchas de las fundaciones de las ciudades de la Nueva España, se alojaba principalmente entre la hondonada de Santa Lucía y el río Santa Catarina. Ensanchó intermitentemente su perímetro construido, sin apenas modificar en su trama las formas de propiedad y uso del suelo. La expansión interna se presentó sin mayores cuestionamientos paradigmáticos; sin recurrir a densidades de otros modelos. Estos, incluso se percibían como inferiores para el tipo de vida urbana deseable para el regiomontano1.
En esos momentos, la ciudad tampoco estaba preparada socioculturalmente para recurrir a ellos. Y al presente es todavía necesario extender y consolidar el terreno ganado en cuanto al respeto y valoración del medio ambiente, pero sobretodo en los aspectos sociales de la responsabilidad personal y el respeto a los derechos de los demás.
Pensar de otra forma, habría implicado establecer a contracorriente un marco legal adecuado y otros esquemas de inversión; regionales, colaborativos, transparentes, etc., como los usados por otros países. Habría forzado la incorporación de esos ajustes a las condiciones locales, porque las directrices de política económica, de cualquiera de los tres niveles de gobierno, no la tenían prevista. Ninguna opción se proponía que no fuera dejar al mercado y a la inversión privada el proceso de desarrollo y crecimiento urbano.
Recientemente las circunstancias han cambiado; Monterrey y otras zonas del país han establecido, primero el relajamiento de la restricción exagerada, para luego permitir y proponer la densificación.
Pero a la prosperidad y expansión interna de Monterrey se incorporaron pronto las de los municipios vecinos; la sumatoria resultante de extensión, vino a potenciar la expansión de la mancha urbana de forma imparable. La carencia regulatoria adecuada para la limitación del proceso de crecimiento, privativamente periférico, ha impactado negativamente; porque se presenta desarticulado de las condiciones naturales y sociales regionales, imponiendo sus patrones de modo irrestricto. Detenerlo y revertirlo se antoja imposible, y los obstáculos formidables, porque implican no solamente transformaciones regulatorias y factibilidades de inversión, sino de la modificación de la arraigada percepción social que ha sido comentada.
El ajuste de las propuestas en el campo de la dotación de vivienda, tendría además que corregir los errores modélicos implícitos de los ideales urbanísticos del Movimiento Moderno, particularmente en términos de separación funcional y densidad de construcción2.
[1] ‘7.- A) En el caso de viviendas departamentales deberá existir una relación suelo-vivienda a razón de 100 m2 de suelo por unidad de vivienda y resolver los espacios para estacionamiento de vehículos dentro del predio, de acuerdo con las normas que para estacionamiento se señalen en el punto número VII’. Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas. Dirección de Urbanismo y Planificación. Usos de Suelo Aprobados, San Pedro, Garza García, Nuevo León. R. Ayuntamiento 1989-1991, 10/42.
[2] ‘La modernización tenía un programa racional: compartir las bendiciones de la ciencia, para todo… Aunque cada una de sus partes es fruto de brillantes inventos –lúcidamente planeados por la inteligencia y potenciados por el cómputo infinito-, su suma augura el final de la Ilustración…; hemos construido más que todas las generaciones anteriores juntas, pero en cierto modo no se nos recordará a esa misma escala. Nosotros no dejamos pirámides…’ Koolhaas, Rem, Junkspace, en October, 100 (Obsolescence. A special issue) junio de 2002, págs. 175-190. Colección GG mínima. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2007. Traducción de Jorge Sainz, en Walker, Enrique (ed.), Lo ordinario, Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 119, párr. 2.
En esos momentos, la ciudad tampoco estaba preparada socioculturalmente para recurrir a ellos. Y al presente es todavía necesario extender y consolidar el terreno ganado en cuanto al respeto y valoración del medio ambiente, pero sobretodo en los aspectos sociales de la responsabilidad personal y el respeto a los derechos de los demás.
Pensar de otra forma, habría implicado establecer a contracorriente un marco legal adecuado y otros esquemas de inversión; regionales, colaborativos, transparentes, etc., como los usados por otros países. Habría forzado la incorporación de esos ajustes a las condiciones locales, porque las directrices de política económica, de cualquiera de los tres niveles de gobierno, no la tenían prevista. Ninguna opción se proponía que no fuera dejar al mercado y a la inversión privada el proceso de desarrollo y crecimiento urbano.
Recientemente las circunstancias han cambiado; Monterrey y otras zonas del país han establecido, primero el relajamiento de la restricción exagerada, para luego permitir y proponer la densificación.
Pero a la prosperidad y expansión interna de Monterrey se incorporaron pronto las de los municipios vecinos; la sumatoria resultante de extensión, vino a potenciar la expansión de la mancha urbana de forma imparable. La carencia regulatoria adecuada para la limitación del proceso de crecimiento, privativamente periférico, ha impactado negativamente; porque se presenta desarticulado de las condiciones naturales y sociales regionales, imponiendo sus patrones de modo irrestricto. Detenerlo y revertirlo se antoja imposible, y los obstáculos formidables, porque implican no solamente transformaciones regulatorias y factibilidades de inversión, sino de la modificación de la arraigada percepción social que ha sido comentada.
El ajuste de las propuestas en el campo de la dotación de vivienda, tendría además que corregir los errores modélicos implícitos de los ideales urbanísticos del Movimiento Moderno, particularmente en términos de separación funcional y densidad de construcción2.
Láminas 50 a 52. San Antonio Texas. Foto aérea de la mancha urbana. Suburbio y ejemplo de vivienda típica del suburbio. |
[1] ‘7.- A) En el caso de viviendas departamentales deberá existir una relación suelo-vivienda a razón de 100 m2 de suelo por unidad de vivienda y resolver los espacios para estacionamiento de vehículos dentro del predio, de acuerdo con las normas que para estacionamiento se señalen en el punto número VII’. Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas. Dirección de Urbanismo y Planificación. Usos de Suelo Aprobados, San Pedro, Garza García, Nuevo León. R. Ayuntamiento 1989-1991, 10/42.
[2] ‘La modernización tenía un programa racional: compartir las bendiciones de la ciencia, para todo… Aunque cada una de sus partes es fruto de brillantes inventos –lúcidamente planeados por la inteligencia y potenciados por el cómputo infinito-, su suma augura el final de la Ilustración…; hemos construido más que todas las generaciones anteriores juntas, pero en cierto modo no se nos recordará a esa misma escala. Nosotros no dejamos pirámides…’ Koolhaas, Rem, Junkspace, en October, 100 (Obsolescence. A special issue) junio de 2002, págs. 175-190. Colección GG mínima. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2007. Traducción de Jorge Sainz, en Walker, Enrique (ed.), Lo ordinario, Compendios de Arquitectura Contemporánea. Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona, 2010. Pág. 119, párr. 2.
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