Primero por circunstancias de seguridad interna, acechada por las tribus de los antiguos moradores nómadas de la región2 y después durante la estructuración y consolidación propias. La ciudad, que había sido fundada tres veces, en 1611 sufrió una gran inundación y al año siguiente tuvo que trasladarse al sitio que hoy ocupa el centro, por encontrarse más elevado que al norte de los ojos de agua.
Con su particular autonomía, que se antoja voluntaria, se mantuvo por siglos al margen de cualquier papel protagónico de los fenómenos políticos y sociales de las capitales de su reino, en América y en Europa. Su aislamiento y exiguo crecimiento, pudo deberse también a que no se descubrieron yacimientos de minerales tan valiosos como en otros sitios de la Nueva España o a la continua sangría humana que representó poblar el enorme territorio del reino. Estas circunstancias excluyeron a la ciudad de la prosperidad y también de los esplendores de la arquitectura y el urbanismo novohispanos (aunque pudiera quedar a salvo el palacio del Obispado cuya construcción, de condición más bien modesta, fue planeada ya en el siglo XVIII por el obispo Verger, primero de Monterrey)3. La ciudad de entonces no necesitaba de esplendores, pero hoy pareciera que los extraña y pretende sustituirlos, acumulando esculturas urbanas.
Lámina 79. Ahora ha sido restaurado y transformado en el Museo del Obispado. Las galerías exteriores la dominan el valle de Monterrey Foto Google. Juan Pablo Camacho |
Lámina 80. Patio del Palacio del Obispado antes de la restauración. Foto Encicloregia. M. M. López. |
Mientras que al otro lado del Atlántico, se debilitaban y disolvían los multi-centenarios imperios europeos, resulta lógico pensar que la mayor prosperidad y cercanía de los modelos de desarrollo norteamericanos, plasmados también en sus ciudades, fueran mimetizados y dejaran cada vez mayor huella en la capital del Estado, cuya pujanza también se nutría, mediante el comercio, de aquella prosperidad vecina4. A lo anterior se sumaba la incertidumbre inicial del poder durante los inicios de la vida independiente del país, que adelgaza los lazos centrales. La mirada e ideales se dirigen hacia el norte, a medida que se presencia desde la vecindad el crecimiento del gigante norteamericano, al que se agregan, para infortunio y vergüenza históricas, la enorme extensión del territorio de Tejas y los demás, otrora nacionales.
Pocos años después, en procesos similares a los de algunos países europeos, la desamortización de las propiedades de las comunidades se lleva a cabo en México hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aunque en Monterrey las propiedades de las comunidades religiosas no eran particularmente extensas, las del municipio, que también se estaban incluidas en el proceso, sí que lo eran y se mantenían conforme a los ordenamientos para las fundaciones novohispanas, establecidas por Felipe II de España.
Lámina 82. Río Santa Catarina en la inundación de 1909 |
Lámina 83. Cauce seco del Río Santa Catarina y el Barrio San Luisito hoy Colonia Independencia. |
La ciudad contaba alrededor de su centro con la reserva comunal llamada ‘Ejidos’5 de 2 leguas, prevista para el desarrollo de las actividades económicas básicas y para el crecimiento urbano. La franja inmediata al centro de la ciudad, con medida aproximada de una legua6, habría de servir para ensanchar la trama urbana y así poder alojar el crecimiento de la población; esta zona que también se llamaría ‘Repueble’, quedó fijada con el plano de 1864. La franja inmediata se utilizaba entre otras actividades, para el pastoreo y la guarda del ganado menor; pero adicionalmente estaba otra zona destinada para el ganado mayor: llamada ‘Dehesa Boyal’, y se localizada en la ladera norte del cerro de las Mitras, hoy es la parte antigua de Cumbres.7 El resto de los ‘Ejidos’, es decir la franja no contemplada para los ‘Repuebles’, sería adquirida por particulares y serviría para alojar la industrialización inicial de la ciudad.8 Además de las fábricas e industrias, con el paso del tiempo, también se fueron utilizando para la expansión de las zonas de vivienda, conforme a la creciente demanda que se presentó en la ciudad, y por desgracia durante muchos años creció sin la planeación adecuada.
[1] ‘Las sementeras son por junio y parte de julio. En esos meses, el año de cuarenta y dos (1642), llovió muy poco; perdiéronse los sembrados, y cuando por septiembre cargaron las aguas, no tenían en qué hacer. Prevínose el hambre que había de haber.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 93, párr. 2.
[2] ‘Hubo, en este año de 1665, muchos y varios sucesos de guerra, con la prosecución del levantamiento de los indios del norte, que en varias escuadras salían, no solo a los caminos, sino hasta las mismas poblaciones, así del Saltillo, que dista diez y ocho leguas de Monterrey, como de este reino, hurtando y haciendo cuánto daño podían.’ Historia de Nuevo León con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita en el siglo XVII por el Cap. Alonso de León, Juan Bautista Chapa y el Gral. Fernando Sánchez de Zamora. Gobierno del Estado de Nuevo León. Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León. Monterrey, México, 1961. Pág. 147, párr. 4.
[3] ‘El 15 de diciembre de 1777 fue creado el Obispado del Nuevo Reino de León, con cabecera en la villa de San Felipe de Linares. Su primer obispo fue fray Antonio de Jesús Sacedón,* pero a causa de su muerte en diciembre de 1779 no logró tomar su cargo en la referida villa de Linares. Su sucesor, fray Rafael José Verger y Suau, solicitó que Monterrey fuera la nueva sede del Obispado, por causa de ser la capital del Nuevo Reino de León y por ser “de saludable temperamento, que hay abundancia de agua, que hay canterías donde obtener la piedra para las construcciones.” Verger murió el 5 de diciembre de 1790 en la ciudad de Monterrey, y para sucederlo se eligió a Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, originario de la villa de Jerez, ubicada en la jurisdicción del Obispado de Guadalajara’. Cázares Puente, Eduardo. El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Enicloregia Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[4] ‘Si bien el área metropolitana de Monterrey experimenta año tras año un crecimiento constante de la población, el centro de la ciudad es testigo de un gradual descenso poblacional. Son diversas las razones que se han señalado para explicar esta tendencia. La más fuerte radica en la atracción que produce la manera americana (estadounidense) de vivir; la idea de la casa individual con un jardín. Mientras las ciudades mexicanas, por lo general, constituyen hermosos ejemplos de urbanismo, con su estructura de calles, plazas, arquitectura homogénea, arquerías, monumentos, etc., Monterrey parece ignorar esa poderosa tradición urbana.’ Javier Cenicacelaya, Carie Penabad. Monterrey, recuperando el centro urbano. University of Miami. School of Architecture. 2006. Pág. 13, párr. 1.
[5] ‘…conforme a las ordenanzas que sobre ello hay y más le doy de ejidos una legua en redondo y por dehesa boyal le señalo desde la ciudad para arriba lo que dice del río de Santa Catarina, sacado el dicho río para las labores del Topo, lo que de acequia principal para arriba y hacia la sierra de las Mitras, como vamos hacia la Mitras y por el dicho río a mano derecha, lo que le perteneciere y porque en la Ordenanzas de Nuevas Poblaciones que se concedieron y dio Su Majestad’. Montemayor, Diego de. Extracto del Acta del Cabildo la fundación de la ciudad de Monterrey del 20 septiembre de 1596. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
[6] La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que una persona, a pie, o en cabalgadura, puede andar durante una hora… Dado que una persona recorre normalmente a pie una gama de distancias, la legua… abarca distancias que van de los 4 a los 7 km, siendo las más frecuentes las leguas que se encuentran en la media de tales extremos… La legua castellana se fijó originalmente en 5.000 varas castellanas, es decir, 4,19 km…, quedando establecida en el siglo XVI como 20.000 pies castellanos; es decir, entre 5.573 y 5.914 metros…, eran las utilizadas para medir los caminos de España, antes de adoptarse los kilómetros del sistema métrico decimal… Carlos IV de España, por Real Orden de 26 de enero de 1801, estableció: “Para que la legua corresponda próximamente a lo que en toda España se ha llamado y llama legua (que es el camino que regularmente se anda en una hora) será dicha legua de veinte mil pies, la que se usará en todos los casos que se trate de ella, sean caminos Reales, en los Tribunales y fuera de ellos.” Legua-Wikipedia, la enciclopedia libre.
[7] Los datos históricos de este párrafo han sido recopilados por el autor de la conversación con Juan Ignacio Barragán Villarreal, durante la entrevista sostenida el 30 de Septiembre del 2010. Las deducciones o asunciones históricas del fenómeno urbano son exclusiva responsabilidad del autor.
[8] ‘A finales del siglo XVIII, la ciudad de Monterrey se restringía a un pequeño poblado que circundaba las actuales calles de Mina, Juárez, Ocampo y Juan Ignacio Ramón (lugar por donde emanaban los ojos de agua de Santa Lucía). Los únicos edificios representativos eran el convento de San Andrés, la iglesia parroquial y la casa del Gobernador. Según el censo levantado por el gobernador Simón de Herrera y Leyva la jurisdicción de Monterrey contaba con 6,412 habitantes’. Cázares Puente, Eduardo, El proyecto de la “Ciudad Nueva” en Monterrey. Encicloregia. Página de la Dirección de Cultura del Municipio de Monterrey.
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