NOVIEMBRE 2018
Con el propósito de preparar el diagnóstico y de fijar los objetivos de la revisión del planeamiento urbano de la Región Metropolitana de Nuevo León en los siguientes artículos de METROPOLISREGIA.COM, como información antecedente se analizó en octubre la cartografía disponible a partir de la trasformación industrial de Monterrey hasta la mitad del siglo XX, cuando se iniciaba la conurbación de la capital del Estado y los municipios adyacentes. Además de los planos de la ciudad de 1910, 1922, 1933 y 1947; se estudió los planos reguladores de Carlos Contreras de 1937 y de Kurt Mumm de 1945-19501, cuyos objetivos de diseño se malograron y eran, respectivamente, replantear la estructura de circulaciones según los criterios del City Beautiful Movement y ordenar la ciudad conforme a los supuestos de la Neighbourhood Theory. Las propuestas traslucían la aspiración de ordenar el crecimiento industrial y residencial de Monterrey, que tampoco consiguieron.
Con respecto a esto, se ha explicado en otra ocasión cómo el desarrollo de promociones aisladas privilegió la expansión y no la ordenación urbana desde los albores del siglo XX, y que esparciendo la industria en el perímetro condicionó la homogeneidad de la expansión residencial. Como resultado del crecimiento urbano acelerado y disperso se consolidó la disfuncionalidad (irracionalidad e insolidaridad), que no solo ha repercutido negativamente en la movilidad sino en la calidad de vida metropolitana2.
Ahora bien, si el mes pasado se veía la documentación antecedente, en este de noviembre se revisará los resultados de las propuestas de ordenación publicadas durante la expansión de la metrópoli; es decir, de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. El estudio de este período es fundamental, tanto para preparar el diagnóstico del desarrollo urbano, como para determinar los objetivos del planeamiento sostenible de la metrópoli en el corto plazo. Entre los que se puede enunciar preliminarmente, las condiciones del proceso de regeneración y consolidación policéntrica del asentamiento disperso, que alberga hoy casi cinco millones de habitantes en una superficie de alrededor de 100,000 Ha, y las del proceso de expansión hasta el año 2030, cuando se estima que tendrá aproximadamente seis millones de habitantes. Objetivos que, por otra parte, solo se podrán conseguir actualizando los documentos y programas de planeamiento urbano en las diferentes escalas de actuación (regional, estructurante y operativa); convocando el trabajo coordinado de las autoridades del Estado y los municipios, con la participación de los profesionales de la disciplina y los grupos de propietarios y promotores.
EL PLANEAMIENTO DURANTE LA EXPANSIÓN DEL ÁREA METROPOLITANA
Un mosaico de piezas irregulares pero contiguas de industria y vivienda expresa el desorden urbano de Monterrey las primeras décadas del siglo XX, pero a partir de los años cuarenta y cincuenta cuando el crecimiento se vuelve explosivo ese mosaico se fractura, entonces las actuaciones residenciales e industriales se articulan aleatoriamente a las vías que conectan la ciudad central con los municipios adyacentes. Después, ya en los años sesenta, la mancha urbana se extiende a esos municipios induciendo una configuración tentacular, al mismo tiempo que toma cuerpo la segregación socioeconómica de la ciudad residencial (Fig. 1118-01). Aunque este fenómeno de segregación no era algo nuevo en el urbanismo local, durante el período que se analiza no solo crece considerablemente sino que se incluye entre las herramientas de zonificación del planeamiento. Aparicio Moreno, Ortega Rubí y Sandoval Hernández explican que “en este ámbito de desigualdad y de ruptura socio-espacial destaca la segregación polar, que en América Latina ocurre durante los períodos de industrialización de las ciudades, y se caracteriza por el desplazamiento hacia la periferia de quienes tienen mayores recursos, con la aparición de colonias de lujo y centros comerciales (…), que contrastan con los barrios proletarios que crecen en la cercanía de los centros de trabajo”3
A partir de los datos de distintas fuentes entre las que destaca un documento de Gustavo Garza Villarreal4, de 1940 a 1960 la tasa de crecimiento de Monterrey era mayor a 6% y la población aumentaba más que la superficie edificada de la ciudad, de 190,100 a 695,400 habitantes (3.65 veces) y de 3,022 a 7,630 Ha (2.52 veces) respectivamente. Aunque entre 1960 y 1980 la tasa disminuyó, población y mancha urbana crecieron equilibradamente a 2’001,500 habitantes (2.87 veces) y a 22,000 Ha (2.88 veces). En cambio, de 1980 a 1993 el incremento de la población ya fue menor que el de la superficie edificada, las cantidades pasaron a 2’573,500 habitantes (1.28 veces) y a 39,057 Ha (1.77 veces). Finalmente, entre 1993 y 2010 la dispersión se consolidó, la población alcanzó 4’165,000 (1.62 veces) y la mancha urbana 85,184 Ha (2.18 veces).
No deja de sorprender sin embargo, que la expansión de la metrópoli se hubiera producido sin suficiente reflexión en un período de gestión profesional del desarrollo urbano: de la publicación del Plan Director de la Subregión Monterrey o Exápolis 2000 en 1967 (Guillermo Cortés Melo y Helios Albalate Olaria), del Plan Director de Desarrollo Urbano del Área Metropolitana de Monterrey 1988-2010 en 1988 (Roberto García Ortega), y del Plan Metropolitano 2000-2021 en 2003 (Oscar Bulnes Valero y Helios Albalate Olaria). Veamos algunos aspectos de ese desacato del planeamiento.
En cuanto al Plan Director de 1967 Exápolis 2000 (Fig. 1118-02), se puede afirmar que los redactores adivinaron que la dispersión radial anunciaba la conformación de la metrópoli, la evolución al modelo urbano policéntrico; y, por eso, el proyecto buscaba ordenar el desdoblamiento de la metrópoli acompañando el impulso radial del desarrollo urbano. No obstante, la propuesta no tuvo aceptación de los promotores; probablemente, porque la ordenación geométrica del suelo determinada por el plan suponía la consolidación de la propiedad, el control público del desarrollo urbano. Así que, la resistencia al cambio de gestión impidió la aplicación del plan y robusteció la espontaneidad del desorden las siguientes dos décadas, como quedó registrado en dos documentos informativos del siguiente plan preparados por Roberto García Ortega durante los años ochenta (Fig. 1118-03 y 1118-04).
El primero, el Plano de la Evolución Física de la Mancha Urbana de Monterrey 1900-1984 (Fig. 1018-03), únicamente registra la expansión de cada década del siglo. El dibujo corrobora el fenómeno de la dispersión. Aunque limitadamente hacia el sur, durante las primeras décadas las piezas irregulares del mosaico central se extienden ya en todas las direcciones conservando todavía el modelo concéntrico; al mismo tiempo, las cabeceras de los municipios vecinos se desarrollan más lentamente manteniendo su compacidad. Por el contrario, entre los años sesenta y ochenta tiene lugar la alteración del tipo de crecimiento; la ciudad central evidencia un patrón de rápido crecimiento tentacular, que traslapa el todavía concéntrico que experimentan los núcleos vecinos5.
Al norte en San Nicolás y al este en Guadalupe, la metrópoli consumía grandes superficies de suelo llano siguiendo la configuración de una mancha de aceite; al noroeste unos tentáculos se alargaban entre los cerros de las Mitras y del Topo, en tanto que por el sur, la mancha absorbía los antiguos cascos urbanos de San Pedro y Santa Catarina e iniciaba la invasión del Cañón de Huajuco. La expansión residencial era espectacular pero informe y, como se verá enseguida, carecía de lógica funcional. Como resultado, después de los años ochenta, la capital industrial del país quedaba firmemente anclada en la orografía propia, orientando toda la fuerza expansiva del desarrollo hacia el Arco Vial previsto por Exápolis 2000.
Si el primero de los planos de García Ortega demuestra la dispersión; el segundo, el Plano de Estratos Socioeconómicos de Monterrey 1980 sirve para documentar el rápido avance de la segregación de la vivienda en todos los ámbitos de la metrópoli (Fig. 1018-04). Como se explicó, al principio de siglo XX la ciudad central estaba compuesta por el centro administrativo y comercial, y por piezas irregulares de vivienda o industria contiguas al límite norte del trazado reticular. En el plano se observa que el sur y el oeste del conjunto estaban ocupados por las zonas de vivienda de nivel socioeconómico medio, medio alto y alto; mientras que el norte y el este por las de nivel medio bajo, bajo y muy bajo entremezcladas con la industria. Si, partiendo desde el centro, durante la primera mitad del siglo la vivienda de los niveles medio alto y alto se había extendido moderada pero exclusivamente al poniente, hacia los cerros del Obispado y las Mitras; y, a partir de los años cuarenta y cincuenta, encontró más cómodo aislamiento al sur y el sureste del núcleo, al pie de la Sierra Madre y del Cerro de la Silla; por el contrario, las zonas de vivienda de los niveles medio bajo, bajo y muy bajo, se desarrollaron aceleradamente junto con la industria en los tentáculos del arco noroeste-sureste de la metrópoli.
Como se comprueba, más grave aún que el fenómeno de dispersión, fue la degradación de los tejidos de vivienda de los niveles socioeconómicos menos favorecidos; ya que, en cualquier parte del perímetro se desarrollaron irregularmente, incluso en zonas de reserva urbana no urbanizable con el mínimo de infraestructuras y servicios. Las diferencias tipológicas de estas zonas se pueden identificar fácilmente por la superficie decreciente de los predios unifamiliares, que se redujeron hasta mínimos inhabitables. A pesar que las bolsas de infravivienda exhibían la inconsistencia de un desarrollo disperso y excluyente, a partir de la última década del siglo XX, la influencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte potenciaría todavía más el crecimiento desordenado de la incipiente metrópoli.
La secuela del impulso urbanístico inducido por el Tratado de Libre Comercio al final del siglo XX quedó plasmada en el Plan Metropolitano 2000-2021 de la Zona Conurbada de Monterrey de Oscar Bulnes y Helios Albalate. En el Plano 34, Estructura Urbana Actual del Plan Metropolitano 2000-2021 (Fig. 1118-05), sorprende el estiramiento de la franja industrial hacia el noreste hasta el Arco Vial Metropolitano, sin que aquello lo impidiera en otras posiciones del perímetro. Se observa que sobre un fondo residencial arbitrario, se recortan grandes piezas de industria, de equipamientos importantes y de baldíos que conforman un rompecabezas incoherente que solo explica la desarticulación del programa de planeamiento, el desarrollo aislado de una ingente cantidad de actuaciones particulares; como revela otro documento del mismo plan, el Plano 9 Evolución de la Mancha Urbana (Fig. 1118-06), en el que los innumerables fragmentos que aglutinan la mancha urbana dan cuenta del desarrollo mercantilizado, tanto como de la dificultad o imposibilidad de gestionar correctamente un crecimiento tan fragmentado. Lo cual confirma que sin el consenso de autoridades, propietarios y promotores, la ordenación urbana era imposible.
En síntesis, por una parte, se tiene que los documentos revisados confirman la inmediatez de la expansión y la irracionalidad de la dispersión; y, por otra, que no solo la insuficiente previsión equipamental trastoca la lógica funcional, sino que la segregación socioeconómica de la vivienda prevista por la zonificación conduce a una disposición espacial insolidaria. Ambas confirman la mercantilización del desarrollo urbano atomizado. En el siguiente artículo abordaremos el diagnóstico de la situación actual.
1. Se debe mencionar que el material cartográfico utilizado para la documentación del desarrollo urbano de Monterrey de la primera mitad del siglo XX, fue proporcionado por el arquitecto Héctor Domínguez. Los planos de la ciudad así como los proyectos de Carlos Contreras y Kurt Mumm fueron copiados directamente de los documentos originales, y forman parte de la colección personal del arquitecto
2. En contraposición con la conceptualización dialéctica de la zonificación, entendemos la vida metropolitana como oportunidad de equilibrio socioeconómico; por eso, “la fragmentación territorial puede ser entendida como la pérdida de la permeabilidad del tejido urbano, que conlleva el rompimiento de las relaciones sociales”. Cfr. Carlos Estuardo APARCIO MORENO, María Estela ORTEGA RUBÍ y Efrén SANDOVAL HERNÁNDEZ, La segregación socio-espacial de Monterrey a lo largo del proceso de metropolización, en Región y Sociedad. Revista del Colegio de Sonora, número 52, 2011. Pág- 178, párr. 2
http://www.scielo.org.mx/pdf/regsoc/v23n52/v23n52a6.pdf
3. Carlos Estuardo APARCIO MORENO, María Estela ORTEGA RUBÍ y Efrén SANDOVAL HERNÁNDEZ, La segregación socio-espacial de Monterrey a lo largo del proceso de metropolización, en Región y Sociedad. Revista del Colegio de Sonora, número 52, 2011. Pág- 178, párr. 2
http://www.scielo.org.mx/pdf/regsoc/v23n52/v23n52a6.pdf
4. Cfr. Gustavo GARZA, El Área Metropolitana de Monterrey en el año 2020, en Estudios Demográficos y Urbanos, El Colegio de México. México, 1998. Cuadro 1, pág. 668 y Cuadro 2, pág. 669
http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/21649/1/13-039-1998-0667.pdf
5. “Fue por cierto durante la década de 1960, de acelerada y caótica expansión física del Área Metropolitana, cuando se consolida el proceso de metropolización iniciado en 1940”. Roberto GARCÍA ORTEGA. El Plan Director de Desarrollo Urbano del Área Metropolitana de Monterrey: Antecedentes, Análisis y Situación Actual, en Una Década de Planeación Urbano-regional en México, 1978-1988. Colegio de México. México, 1989. Pág. 370, col. 2, párr. 2
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