OCTUBRE 2018
En otros artículos de METROPOLISREGIA se habló de la mercantilización y de la “ineficacia de los planes y las carencias (…) en la gestión”1 del desarrollo urbano, como factores que provocaron el desorden de la metrópoli regiomontana del siglo XX. Por una parte, se veía que aunque antes de la mitad del siglo las autoridades buscaban construir la ciudad con una estructura bien definida, las actuaciones urbanas se orientaron más por la inmediatez de la demanda que por la calidad del resultado, produciendo un conglomerado fracturado y disfuncional. Y, por otra, que a pesar de los cambios de legislación y los documentos del planeamiento publicados la segunda mitad del siglo, la falta de control de la gestión provocó “el desarrollo de una ciudad irracionalmente concebida e insolidaria, todo lo cual afecta directamente a la calidad de vida del ciudadano”2.
Ahora bien, si la inmediatez de la respuesta no ha generado la estructura funcional y formal que conviene a la Región Metropolitana; pensamos que se debe, al menos en parte, a una distorsión del planeamiento que ha previsto la segregación socioeconómica de la vivienda. Y, dado que estos factores inciden en el diagnóstico del desarrollo urbano, se tratará ampliamente de ellos en los siguientes artículos; de la segregación de la vivienda sin embargo conviene recordar aquí que Mancuso puso de manifiesto que el “zoning”, como herramienta del planeamiento que procura “una clara y estable predeterminación de los suelos”3, apareció por la implementación de políticas urbanísticas discriminatorias en los Estados Unidos de América la segunda mitad del siglo XIX4. Así que, aun antes que buscar el equilibrio y la diversidad funcional, la zonificación trataba de proteger las inversiones de “las incertidumbres de un mercado de construcción e inmobiliario inestable y, a menudo, en crisis a causa de la transformación demasiado acelerada de una ciudad”5.
Y, por eso, como ha demostrado Poëte, si el modelo de desarrollo urbano radio concéntrico además de los condicionantes geográficos asumía los históricos, al arrimo del “zoning” reinterpretaba la disposición de los componentes urbanos en razón del valor económico del suelo. Para asegurar una mayor rentabilidad, el núcleo histórico de la ciudad era reservado para las actividades administrativas y comerciales; mientras alrededor de él, con expectativas decrecientes relativas a la primera, se disponía las diferentes zonas de vivienda jerarquizadas según su categoría socioeconómica, con el espaciamiento adecuado entre ellas; y, al exterior de todo, las zonas destinadas exclusivamente a las actividades productivas en el suelo más alejado y menos valioso. Pero la aplicación de este instrumento suponía, equivocadamente, que por encima del discernimiento de los criterios funcionales de proximidad de los componentes urbanos (complementariedad, equilibrio, etc.), el diseño urbano debía salvaguardar la identidad socioeconómica asignada para cada zona. Por lo cual, además de promover la deficiencia funcional (movilidad ineficiente y equipamiento insuficiente), se inducía la deformación física del conjunto (fragmentación, segregación socio espacial, etc.)
Por el contrario, sostenemos con Gravagnuolo, que “el ámbito pertinente de las teorías y las praxis de la proyectación urbana es (…) el de la construcción planificada del espacio antropizado”6; ya que, solo el equilibrio teórico-práctico que busca el diseño urbano, permite asegurar tanto el desarrollo sostenible como la ordenación de la ciudad y la región. Y, con todo ello, lograr la armonía entre orden social y urbano de la que habla Rossi7, que se echa de menos en nuestra metrópoli y debería estar ante todo en la mira de las autoridades; ya que, sería la mejor respuesta al deterioro de la calidad de vida, que han provocado el crecimiento irreflexivo y la falta de previsión de la transformación funcional de Monterrey durante más de cincuenta años.
Pero, además de la gestión más comprometida y expedita de las autoridades que se acaba de mencionar, la evolución propia de la disciplina urbanística demanda también una fundamentación del diseño más incluyente de los profesionales. Que la información estadística disponible, los requerimientos del mercado y la contribución del desarrollo urbano al crecimiento económico, etc.; se armonicen cabalmente con los condicionantes de la geografía y la historia, el derecho y las demás ciencias afines, en la preparación de una propuesta física de reordenación de la región metropolitana. Ya que, citando una vez más a Gravagnuolo, “gradualmente, las propias técnicas de representación (tanto gráficas como verbales) de la ‘planificación urbanística’ se han visto aplanadas en la bidimensionalidad de las mallas del 'zoning' y en la jerga algebraica de los 'standards'. En esta adecuación de la manera de pensar el urbanismo a los dispositivos abstractos de las ciencias nomotéticas, lo que involuntariamente se ha perdido de vista ha sido precisamente el fin último de la disciplina, o sea, el proyecto de la forma urbana”8.
Figura 1018-04. Plano Regulador de Monterrey de 1937 del arquitecto Carlos Contreras (Archivo personal del arquitecto Héctor Domínguez). |
Valorando por tanto la importancia de la perspectiva morfológica, tanto para la preparación del diagnóstico del desarrollo urbano, como para la revisión del contenido esencial y los parámetros y restricciones edificatorios del planeamiento urbano; este artículo de octubre se centra en los antecedentes de la conformación de la Región Metropolitana de Nuevo León, repasando –resumidamente- lo dicho en artículos anteriores acerca de la configuración del Monterrey industrial de la segunda mitad del siglo XIX, y de la expansión de la ciudad de la primera del XX.
EL PLANEAMIENTO ANTECEDENTE A LA CONFORMACIÓN DE LA REGIÓN METROPOLITANA
El núcleo reticular de Monterrey, trazado por Epstein (1864) a solicitud de las autoridades para facilitar el proceso de desamortización del suelo municipal9, aunque por el sur estaba constreñido por diversos condicionantes geográficos10, podía extenderse con holgura hacia el norte. Sin embargo, el suelo desamortizado seguía sin normativa urbanística al final del siglo XIX; y por ello, durante la transformación industrial en la actividad económica preponderante de la región, el paso de las vías del ferrocarril y establecimiento de las fábricas provocaron desorden urbano (Fig. 1018-01). Por la misma razón, la adopción del modelo extensivo de ciudad y del tranvía como sistema de transporte público que facilitó la urbanización de promociones de vivienda asiladas del núcleo histórico, contribuyó a la fractura del tejido residencial (Fig. 1018-02).
Pero, además, la fragmentación espacial propició la polarización socioeconómica del tejido residencial. Los investigadores Aparicio Moreno, Ortega Rubí y Sandoval Hernández han documentado cronológicamente este proceso. Por una parte, los barrios obreros, aun quedando cerca de las fuentes de trabajo, se desarrollaron hacia el norte y el este entre las vías del ferrocarril y las fábricas. “El primer barrio obrero creado como tal en Monterrey fue la colonia Bellavista, en 190711, justo en la colindancia norte de la Cervecería Cuauhtémoc. (…) Al finalizar la Revolución Mexicana (1910-1917), Cervecería Cuauhtémoc creó, en 1918, una sociedad cooperativa de ahorro que permitió adquirir viviendas con facilidades de pago, así se consolidó la colonia Bellavista y nacieron la Industrial y la Larralde. Fundidora, por su parte, estableció el barrio Acero, en 1928”12. Mientras que, por otra, los suburbios residenciales se extendieron en direcciones opuestas al sur y el oeste. “Los dueños y accionistas de estas empresas formaron colonias exclusivas como la Roma, en 1928, al sureste; el Obispado, en 1930, al oeste y la Del Valle, en 1940, al suroeste, en el municipio de San Pedro Garza García”13.
Es obvio que la falta de regulación urbanística de un impulso comercial e industrial tan potente como el de Monterrey de la primera mitad del siglo XX, repercutió en el crecimiento desordenado de la región dependiente, muchas veces en condiciones de precariedad urbanística (Fig. 1018-03). Sin embargo, esa misma circunstancia despertó la conciencia de las autoridades y algunos agentes sociales de ordenar el proceso de expansión, implementando los instrumentos convencionales de planeamiento urbano. Por desgracia, en lugar de revisar la localización de la industria, las propuestas optaron por adecuar lo existente con una configuración centralizada. Pero, como la industria quedaba atrapada en el centro del polígono, y rodeada por el núcleo primitivo y por las zonas destinadas para futuras urbanizaciones de vivienda; la espontaneidad del desarrollo urbano muy pronto rompería el cerco, aprovechando la insuficiencia regulatoria, según se desprende del análisis de los planos reguladores de Carlos Contreras de 1937 (Fig. 1018-04) y de Kurt Mumm de 1945-1950 (Fig. 1018-05).
El Plano Regulador de Carlos Contreras con fecha de 1937 (Fig. 1018-04), preveía la expansión del núcleo reticular de la ciudad abrazando la zona industrial. El proyecto tiene el mérito de replantear la estructura de circulaciones de la ciudad con un trazado verosímil, previendo también grandes reservas de espacio verde. Propone la regeneración del núcleo reticular de Epstein con avenidas muy amplias, que recuerdan la monumentalidad de los trazados del siglo XIX y las ideas de la City Beautiful Movement; ideas que, por otra parte, ya habían anticipado las avenidas del Progreso y de la Unión durante el Porfiriato. Contreras planteaba también la relocalización de la estación del ferrocarril al poniente del Cerro del Obispado transformado en un gran parque, en vez del suburbio residencial que comenzaba a urbanizarse por aquellos años. Otra generosa reserva de espacio verde, el Gran Parque Anáhuac, se dejaba al norte del polígono como articulación de futuras expansiones. No obstante, el proyecto tenía también algunos inconvenientes. La zona industrial y los andenes de carga de los ferrocarriles y no el núcleo histórico, ocupaban el centro geométrico del polígono, complicando el funcionamiento de la ciudad; además, que la zona que se destinaba para vivienda obrera, era más conveniente para la expansión industrial.
Por su parte, Kurt Mumm omite los rasgos de monumentalidad del proyecto de 1937 en los Apuntes para el Plano Regulador de la Ciudad de Monterrey de 1945-1950 (Fig. 1018-05), y se concentra en resolver el modelo radio concéntrico con los criterios sociales y funcionales de la Neighbourhood Theory de Clarence Perry. De forma semejante que el proyecto de Contreras, parte del reconocimiento de las zonas industriales como elemento central y determinante de la configuración urbana, que complementan las zonas comerciales y residenciales. Éstas consisten en un mosaico compuesto por unidades de barrio, previendo los principales equipamientos de la ciudad central y de cada barrio. También este modelo queda abierto a futuras expansiones, industriales y residenciales indistintamente, que empiezan a concretarse en las vías radiales.
Como se puede comprobar en el plano de la ciudad de 1947 (Fig. 1018-06), ninguna de las propuestas fundamentales de Contreras y Mumm, llegará a ser determinante en la configuración de la ciudad. La inmediatez propia desarrollo mercantilizado ya había trastocado la lógica del planeamiento concéntrico que proponían los planos reguladores para la capital del Estado, y otro tanto sucedería posteriormente en los municipios adyacentes durante la conformación de la metrópoli. Así que, considerando la espontaneidad y la desobediencia del planeamiento como factores determinantes de desorden urbano de nuestra metrópoli, en el artículo de noviembre se abordará el diagnóstico del desarrollo de la Región Metropolitana de Nuevo León, revisando lo ocurrido a lo largo el siglo XX en la documentación del planeamiento urbano.
1. Benedetto GRAVAGNUOLO, Historia del Urbanismo en Europa 1750-1960. Ediciones Akal, S. A. Madrid, 1998. Pág. 7, párr. 4
2. Ricardo GARCÍA MACHO y José Luis BLASCO DÍAZ. La disciplina urbanística, en Documentación administrativa. Pág. 296, párr. 2
https://revistasonline.inap.es/index.php?journal=DA&page=article&op=viewFile&path%5B%5D=9642&path%5B%5D=9683
3. Franco MANCUSO, La experiencia del zoning. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980. Pág. 13, párr. 3
4. “Desde 1909 las National Conferences de City Planning señalan la existencia de un instrumento –el zoning- que en Europa, y sobre todo en Alemania, se aplica con resultados bastante estimulantes. (…) He aquí la solución: un plano para toda la ciudad de Nueva York, donde el suelo esté dividido en zonas, donde existan distintas disposiciones para los usos y las densidades y donde, obviamente, las prescripciones para la Fifth Avenue respondan de lleno a los deseos de los promotores de esta operación. (…) Los comerciantes y propietarios de la Fifth Avenue, podrán estar tranquilos, (…) por fin se podrá ir sobre seguro, hacer casas señoriales en zonas que nunca serán contaminadas por las de grupos sociales pobres e invertir en terrenos que finalmente tendrán un destino estable y seguro”. Ibídem. Ibídem. Pág. 13, párr. 3
5. Ibídem. Pág. 13, párr. 3
6. Benedetto GRAVAGNUOLO, Historia del Urbanismo en Europa 1750-1960. Ediciones Akal, S. A. Madrid, 1998. Pág. 7, párr. 4
7. “Es comprensible la continuada actitud demiúrgica de los arquitectos de presentar sistemas en los que el orden espacial pasa a ser el orden de la sociedad”. Aldo ROSSI, La arquitectura de la ciudad. Editorial Gustavo Gili, SL. Barcelona, 2015. Capítulo tercero. La individualidad de los hechos urbanos. La arquitectura, pág. 10, párr. 3
8. Ibídem. Pág. 7, párr. 1
9 . Cfr. Rocío GONZÁLEZ MAIZ, Desamortización y propiedad de las élites en el noreste mexicano 1850-1870. Fondo Editorial de Nuevo León. Monterrey, 2011
10. El emplazamiento primitivo de la ciudad junto al cauce del Rio Santa Catarina y la empinada pendiente de la Loma Larga, condicionaban la expansión del asentamiento hacia el sur
11. Aunque el trazado del Repueble de Bellavista junto a la Cervecería Cuauhtémoc aparece ya en el Plano de Monterrey de 1894, de Florentino Arroyo y Ramón Díaz (Tipografía y Litografía de Ramón Díaz, Monterrey), tiene más las características de un pequeño ensanche que las de una colonia obrera
12. Carlos Estuardo APARCIO MORENO, María Estela ORTEGA RUBÍ y Efrén SANDOVAL HERNÁNDEZ, La segregación socio-espacial de Monterrey a lo largo del proceso de metropolización, en Región y Sociedad. Revista del Colegio de Sonora, número 52, 2011. Pág- 187, párr. 3, y pág. 189, párr. 2. http://www.scielo.org.mx/pdf/regsoc/v23n52/v23n52a6.pdf
13. Ibídem. Pág. 189, párr. 1
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