Al margen de los temas habituales del Urbanismo que trata METROPOLISREGIA.COM, en este artículo de mayo se publica excepcionalmente una descripción técnica de la Catedral de la Ciudad de Hermosillo, Sonora. Este documento, que fue preparado atendiendo a la solicitud del presbítero Raúl Eduardo Camarillo Blázquez –buen amigo y colega de Arge Arquitectos S. C.-, ofrece una documentación histórica exigua; precisamente, porque servirá para introducir la presentación de una historiadora del arte. Aunque el edificio al que nos referimos no es una pieza fundamental de la arquitectura religiosa mexicana, se trata de una muestra significativa del proceso de inculturación del aislado noroeste de nuestro país.
Figura 0519-1. La Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Asunción, Hermosillo, Sonora. Vista lateral norte |
La Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Asunción, que fue edificada en la ciudad de Hermosillo entre 1877 y 1908 en el lugar donde estaba una capilla del siglo XVIII, preside el espacio público más digno de la capital del Estado de Sonora enfrente de las sedes del Gobierno y el Ayuntamiento (Fig. 0519-1). El edificio está en el eje principal del conjunto, cerrando el lado poniente del atrio y la plaza junto con una galería porticada de tres niveles, que aloja algunas dependencias de la diócesis (Fig. 0519-2). Pero la configuración exterior del templo, más que en relación con su propio interior, está en equilibrio con la escala del espacio público que la rodea; coincidiendo, como veremos, con la proporción vertical de los elementos que componen el cuerpo exterior y el espacio interior; énfasis que, por otra parte, se compensa con la horizontalidad del elemento porticado. Exterior e interior del edificio entran por tanto en amable conflicto. Y así, mientras el volumen exterior parece celebrar el protagonismo del espacio centralizado característico del Renacimiento, el interior refleja más bien cierta verticalidad tardomedieval, si bien solucionado mediante la habitual jerarquización de la tipología basilical.
Figura 0519-2. Una galería porticada de triple altura, adosada al fondo de la catedral, delimita el lado poniente de la plaza. |
Sin embargo, antes de continuar el análisis del exterior, vamos a concentrarnos en la descripción de las características del interior de la catedral; que a semejanza de casi todas las iglesias de México, desarrolla un espacio principal continuo con “planta de cruz latina”1, rodeado por otros espacios complementarios. La nave central aloja en el crucero el altar de cara al pueblo, que coronan el tambor y la cúpula, y remata en el ábside rectangular con el conjunto conformado por la sede y el retablo (Fig. 0519-3). Aunque el tambor es cilíndrico y la cúpula semiesférica, se desplantan sobre el hueco octogonal que generan arcos y pechinas vistosamente decoradas con escenas de la vida de la Santísima Virgen María (Fig. 0519-4).
Figura 0519-3. Al fondo de la nave destacan el altar de cara al pueblo, la bóveda y el retablo |
El espacio cruciforme está iluminado con arcos apuntados con vitrales y cubierto con bóvedas de crucería, separadas por arcos de medio punto que descienden como pilastras de una galería perimetral encima de la cornisa. Además de la nave central, completan el espacio interior dos naves laterales y varias capillas, todas con menor altura y cubiertas también con bóvedas entre arcos. Dos de esas capillas con altares secundarios flanquean el presbiterio, seguidas por sacristías que conectan con ambas secciones de la galería. Otras dos están adosadas a los brazos del transepto; a la derecha, la que se destina al culto y la reserva del Santísimo Sacramento; a la izquierda otra, dedicada la advocación de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Las dos más cercanas de la fachada, quedan a un costado de las naves laterales y las torres, y se utilizan como criptas.
Figura 0519-4. Vista del crucero con las pechinas y el hueco octogonal que soporta el tambor y la cúpula |
No obstante lo completo del programa, la nave central se queda corta; ya que, incluyendo el sotacoro, tiene un intercolumnio triple de la mitad del claro de la nave central. Y, mientras que éste determina la anchura del ábside y los brazos laterales, el fondo de ellos es aproximadamente la mitad de esa dimensión y corresponde a la del intercolumnio. También se puede corroborar la jerarquización espacial del interior: la secuencia ininterrumpida del espacio central, de los arcos y las pilastras pero sobre todo del entablamento -compuesto por un friso sin adorno sobre un mínimo arquitrabe, y por una cornisa bien amplia que permite alojar la galería-, conduce al ábside. Las naves laterales repiten el tratamiento espacial descrito, pero sin alterar las proporciones reducen la escala y desembocan en el transepto (Fig. 0519-5). En cambio, el acento ornamental queda excluido de los accesos laterales del exterior y las capillas.
Figura 0519-5. Acceso principal y laterales de la nave lateral sur |
Aunque lo anterior basta para describir el interior, vamos a reflexionar ahora en el foco espacial que condensa la atención piadosa de la catedral de Hermosillo. Porque en la arquitectura religiosa el clímax ornamental suele concurrir en el altar mayor, el lugar principal del culto cristiano, que en nuestro caso está elevado –quizá demasiado- sobre el pavimento de la nave; y, según se dijo, justo en el crucero del espacio (Fig. 0519-6). Así que, evitando toda prolijidad, vamos a describir los elementos que lo rodean. Si por un lado, destaca el ornato de las capillas junto al ábside, que además de la profusión de motivos dorados, dos columnas exentas de orden corintio acompañan el arco del nicho; por el otro, la efusividad decorativa del retablo desborda en el ábside. La sobriedad característica del paramento que sirve de fondo a la sede y la sillería, contrasta con los otros elementos superiores más complejos. El elemento medio, una columnata de orden corintio con una cornisa que corre de lado a lado, se transforma en el templete semicircular de la imagen de la Asunción de la Santísima Virgen. En cambio, el entablamento perimetral apenas deja sitio al elemento superior del retablo, que se descompone en dos nichos y la hornacina de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Conviene señalar, que aunque el orden clásico domina en el interior, y solo los vitrales de la galería y la cúpula tienen arcos apuntados, en el retablo los órdenes se conjuntan indistintamente.
Figura 0519-6. El ábside con la sede y el retablo y las capillas de los altares laterales |
Para concluir el análisis del exterior del recinto sagrado vamos a estudiar la cúpula, las torres y la fachada. Llama la atención, en primer lugar, la media esfera de la cúpula construida en 1963 que adornan varios óculos circulares y un modesto lucernario; que se asienta sobre un tambor cilíndrico, rodeado por columnas pareadas de orden corintio con arcos apuntados y vitrales, y rematado por una cornisa con balaustrada (Fig. 0519-7). En segundo lugar, las dos torres de tres cuerpos y treinta metros de altura de la fachada, coronadas por reproducciones en miniatura de tambor y cúpula (Fig. 0519-8). De las torres cabe señalar además las diferencias de forma y tratamiento. El cuerpo bajo es un prisma rectangular bien macizo de la mitad de la altura de las torres, decorado con pilastras y entablamento de orden dórico, fabricados en relieve con revocados de cemento. Que el segundo cuerpo tiene las campanas, es un prisma octagonal irregular de menor altura con arcos de medio punto, enmarcados también con pilastras de orden dórico en las caras principales del polígono, y columnas del corintio exentas en las caras de las esquinas. Mientras que el tercero es ya octogonal regular, cuenta con pilastras en relieve de orden corintio y con arcos apuntados muy altos en todas las caras.
Figura 0519-7. La cúpula semiesférica tiene un lucernario y se asienta en un tambor cilíndrico |
Falta por último comentar brevemente la fachada principal del templo, que en general suele trasladar al exterior ciertos rasgos de la composición del ábside y el retablo. No obstante, en el presente caso, el confuso dinamismo de la configuración del retablo en el que predomina el lenguaje barroco, se traduce al exterior en una fantástica conjunción de estilos y motivos de órdenes de origen medieval y clásico, que logra serenarse con el más equilibrado de las torres; y, que, mejor que describir hay que mirar y disfrutar detenidamente. Sobresale el ingenio de la graduación de dimensiones y proporciones de las tres secciones de la fachada principal; partiendo del centro, el volumen de los elementos asume intencionalmente la verticalidad que domina el conjunto y contrasta con el fondo; a los lados, en cambio, relieve y altura se desvanecen hasta encontrar los basamentos casi planos de las torres. En definitiva, se puede decir que la catedral de Hermosillo es un genuino y elegante protagonista de la cultura ecléctica fin du siècle del Porfiriato.
Figura 0519-8. En el exterior de la catedral de Hermosillo destaca la composición de la fachada principal y las torres. |
1. En las iglesias de “planta de cruz latina”, la nave mayor tiene más longitud que el transepto (el brazo menor). En el eje mayor se alinean el pórtico principal, el atrio, el altar mayor y el ábside.
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