Morfología regulada y de mercado

Casi todas las regiones metropolitanas del planeta han sido configuradas durante los dos últimos siglos; su origen y crecimiento explosivo se debe sin duda, a la irrupción del fenómeno de la industrialización, que en cierta forma ha sido traumático para las ciudades, a la vez que ha desplazado la milenaria actividad de manufactura humana.1 Pero no solamente ha originado la modificación en los procesos de productividad del hombre, sino que a la vez ha acelerado la migración del campo a la ciudad, y presenta hoy graves dificultades para las metrópolis, a las que se suman también la gestión del propio crecimiento interno. Sin negar los retos pendientes de resolver, debemos reconocer que los procesos industriales ofrecen herramientas para solucionarlos, porque conllevan la escalación de la producción que por otro lado, los incrementos poblacionales demandan. Ésta afirmación en teoría también debería ser válida para la vivienda, aunque como todo proceso material tiene sus limitaciones.

Láminas 1 y 2. Ejemplos de dar amenidad a los peatones en avenidas con flujo vehicular intenso.
El siglo pasado en México la proporción de población rural descendió aproximadamente del 75% al 25%, y por el contrario en las zonas urbanas, creció 75 millones de personas. Fenómeno que sin duda ha rebasado los paradigmas de nuestras ciudades históricas y plantea enormes cuestionamientos. De entre todos, podemos destacar dos: el primero es que casi resulta inverosímil constatar todavía hoy, la ausencia de legislación adecuada en los aspectos territoriales y metropolitanos, sobre todo por las dimensiones que alcanza la población urbana de México que se acerca a los 80 millones, de un total de alrededor de 105 millones. Aunque debemos reconocer a la vez, que el fenómeno de transformación de las ciudades, si bien ha sido traumático debido a la carencia de una regulación adecuada, ésta ha potenciado al segundo, porque también los fenómenos de especulación inmobiliaria han incidido negativamente en su desarrollo. En nuestro país ambos fenómenos han tenido lugar el siglo pasado, y su influencia, decisiva en la morfología de nuestras metrópolis será permanente, particularmente las de la región norte del país, como Monterrey, que han adoptado los modelos urbanos desarrollados por las ciudades de Estados Unidos. Aunque aquí hayan sido utilizados sin la característica previsión de los norteamericanos y sujetos casi exclusivamente a las conveniencias de inversión de los particulares.

Este modelo no es exclusivo de Monterrey, pero a la vez aglutina variedades de ciudad difusa: con centros históricos depredados en los que contrastan deslumbrantes zonas regeneradas, con precarios y distantes suburbios segregados de vivienda mínima, o con ensanches que comparten en sus tejidos de industria no ligera con los de infravivienda. Escasos de infraestructura, donde impera la informalidad y la ley del más fuerte, que se ha vuelto por desgracia, paradigma en Latinoamérica y otras regiones en desarrollo del planeta. Algunas variantes de las metrópolis postindustriales, de importación mimetizada, se intentan de vez en cuando buscando cierto alivio. Pero el reto del presente consistirá en aportar soluciones legales y de inversión novedosas que incluyan ahora las variables ecológica y socio cultural, para fundamentar sólidamente la regeneración y el desarrollo de Monterrey y su región; pues aunque las contingencias medio-ambientales pudieran sortearse excepcionalmente con fondos y aportaciones gubernamentales, la sustentabilidad interna demanda necesariamente encontrar fórmulas propias de inversión rentables y mecanismos eficientes para la autopromoción, acordes con los paradigmas urbanos ajustados.2

Láminas 3, 4 y 5. Ejemplos de deterioro urbano de los núcleos centrales, en contraste con la regeneración de algunas zonas.
En este sentido podría parecer ilusorio pretender revertir la inercia que dinamiza el proceso hasta el presente, contamos ya en la ciudad con ejemplos que contradicen lo anterior, como los proyectos en torno a la Macroplaza y Santa Lucía, pero incluso la solución de las complejidades legales de la propiedad, requiere de innovación, y no solo en el campo legal, porque está sumamente fragmentada y hasta entrampada, en términos territoriales y de titularidad. Con ellas habrá que revisar las propuestas regulatorias de densidad razonable, que podrían transformar el virtual abandono en las zonas centrales de la ciudad, introduciendo también otros modelos de tejido morfológico y de tipología arquitectónica. Desde luego que no se trata de una gestión sencilla; pero estas variables deben integrarse necesariamente dentro de la fórmula de la solución metropolitana, para intentar inducir el intercambio y la reconversión funcional de las reservas territoriales privadas en las zonas periféricas existentes, agrícolas, industriales, o simplemente de especulación inmobiliaria, para dotarlas de características que amortigüen y permitan regular con cierta flexibilidad el crecimiento del conglomerado nuclear de la metrópolis.
Láminas 6, 7 y 8. Ejemplos para ordenar el estacionamiento de vehiculos en los centros y suburbios.
La dirección de los vectores de crecimiento y desarrollo Monterrey se podrían entonces modificar, para orientarlos a la reconversión sustentable y a la transformación cuidadosa en términos medioambientales.3 Sin embargo, habría que hacerlo centrados siempre en el beneficio de las personas que integran la comunidad, no pensando primero en los vehículos de motor, sino segregándolos, primando el traslado de las personas y su desplazamiento correcto y en la medida de lo posible, peatonalizando la ciudad. Centrarse en una morfología humana, no en la monumentalidad y grandiosidad de sus edificios, sino en el cuidado de la escala adecuada de los espacios públicos urbanos que los asocian, que se configura por la arquitectura de los edificios. Ni siquiera el cuidado medioambiental se justifica por sí mismo, sino con referencia al ser humano y su pleno desarrollo personal, familiar y social.

Láminas 9, 10 y 11. Asegurar los traslados peatonales en la ciudad y en los parques, segregando a los automóviles.

Láminas 12, 13 y 14. Privilegiar a los peatones en comercios y lugares de recreo segregando el tránsito vehicular.


[1] ‘…el ingreso en la era industrial, la brutalidad con la que ésta pasa a dividir la historia de las sociedades y de su entornos, el “nunca más como antes” que esto implica… El mundo consumado del pasado ha perdido su continuidad y la homogeneidad que le confería la permanencia del quehacer manual de los hombres…’. Choay, Françoise. Alegoría del patrimonio. Editorial Gustavo Gili, Barcelona. 2007. Págs. 120 y 121.
[2] ‘En ámbito de lo urbano, la globalización propicia la transformación de las políticas estatales, para ir cediendo ante las decisiones de las empresas trasnacionales… Ch. Partneiter afirma que… se detona un conjunto de transformaciones que le proporcionan un nuevo carácter a las ciudades, al mismo tiempo que se modifica la dinámica y la naturaleza social de los movimientos sociales y del estado mismo’. Rafael López Rangel (et alt), Los efectos de la Globalización en el Área Metropolitana de la Ciudad de México, en Castrillo Romón, María A, y González-Aragón Castellanos, Jorge (coordinadores), Planificación Territorial y Urbana, Investigaciones recientes en México y España, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial (etc.) 2006. Pág 72, párr. 5.
[3] ‘La ciudad es, en efecto, un sistema termodinámico que exige extraer de su entorno flujos energéticos –combustibles, pero también alimento, o la energía incorporada en los materiales– para mantener su estabilidad, y este desequilibrio siempre presente se ha exacerbado en el último siglo como un fruto agridulce del petróleo abundante y barato, produciendo urbes hipertrofiadas y arquitecturas exhibicionistas que han llegado al paroxismo caricaturesco en el Golfo Pérsico. Dubái con su –downtown de rascacielos sprawl de urbanizaciones dispersas e interminables– no es un ejemplo excepcional, sino un ejemplo extremo de la ciudad global, exportada desde América a todo el planeta, y por ello su crisis contiene lecciones utilizables para todos. Fernández-Galiano, Luis. El Golfo y nosotros, Arquitectura Viva 130 2010, Arquitectura Viva SL, Página 66, párrafo 2.

1 comentario:

  1. Felicitaciones Jorge, Muy interesante y motivante la iniciativa. Saludos! Arturo Jiménez

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